Entrevista con Adolfo Nicolás
Aquí os dejamos la entrevista que Lucas López, sj realizó al Padre General Adolfo Nicolás,sj cuando vino a España para presidir la creación de la nueva provincia de España.
Como ya os contamos, el pasado 21 de junio, el prepósito general de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás, sj, visitaba España para presidir la creación de la nueva provincia de España. "La revolución de Francisco es la revolución de la normalidad",
subraya Nicolás, quien mantiene una fluida relación con el Papa, aunque
"evitamos una frecuencia que sea demasiado visible". Sobre la Compañía,
a cuya dirección renunciará en 2016, afirma que "la sociedad va cambiando, y también nuestras estructuras tienen que cambiar", y apunta que "tenemos que seguir mirando a Arrupe".
¿Quién le enseñó a rezar?
Muchos, porque se reza de pequeño, de joven, de mayor, de laico y de jesuita. Aprendí en casa,
teníamos juntos el mes de San José, era una devoción de mis padres. Nos
pasábamos grandes juergas los hijos, buscando una equivocación para
reírnos. Pero así aprendimos, por lo menos creo que es lo que queda
siempre, que hay un recurso más allá de lo que pasa día a día. Eso queda
en la mente del niño. Luego se aprende a rezar con la vida, con el Evangelio, con los acontecimientos, con la vida de Compañía, la vida de la compañía es la oración de ahora.
¿Hay tiempo para orar en la vida de la curia?
Por supuesto, hay que hacerlo por la mañana, porque luego durante el día no queda tiempo para nada.
¿Se encuentra a menudo con el Papa Francisco?
No, tanto él como yo evitamos una frecuencia que sea demasiado visible.
Yo, en cuanto puedo, trato asuntos con él a través de otras fuentes. Es
un hombre muy abierto a todos los canales, oficiales y no oficiales;
procuro usar diferentes canales para no hacerme demasiado visible y que
empiece una especulación sobre la relación del papa con la Compañía, que no nos haría bien a ninguno.
Tenemos un voto de obediencia y queremos saber que nos pide el papa Francisco ¿sabemos qué nos pide?
Esa
fue la primera preocupación que tenía yo como General. El papa
Benedicto XVI nos dijo claramente qué esperaba de la Compañía: intensidad en el estudio, profundidad en el pensamiento y espiritualidad. He podido confirmar con el papa Francisco que quiere lo mismo de la Compañía. Además de las prioridades que él tiene: contacto con la gente, servicio a los pobres,
etc. Pero creo que nuestra función ahora en la iglesia es procurar que
haya profundidad, que no nos vayamos por lo que nos vamos todos: por lo
periodístico, por lo inmediato, sino estudiar las cosas a fondo y tratar
de responder a lo que la Iglesia necesita ahora.
¿Le sorprende el papa Francisco?
No me sorprende. Un periodista italiano ha dicho que la revolución de Francisco es la revolución de la normalidad.
Y no me sorprende que en la iglesia podamos ser normales. Él es muy
normal, muy natural, muy espontáneo y eso hace bien a la iglesia y gusta
a la gente.
Me he encontrado en mis viajes por todo el mundo con el
agrado de la gente, de todos, africanos, asiáticos, latinoamericanos...
por este estilo informal, cercano, de diálogo, que tiene con todos y
esto corresponde también a su canonización del beato Fabro. Le hizo
santo porque le tenía gran devoción desde joven, antes de ser jesuita, y
en el beato Fabro él encuentra apoyo, inspiración para lo que busca:
diálogo, cercanía, apertura a todos, lleno de cariño, porque no es un
hombre frío.
Cómo saber lo que un papa quiere. Qué mecanismo hay para llegar al papa.
Lo mejor es preguntar directamente.
Es muy accesible y dialogante. Le gusta que las cosas se le digan. El
me ha alabado a su secretario porque cuando no está de acuerdo se lo
dice. Y a él le gusta esto, un lenguaje directo, espontáneo, sincero.
Él es muy sincero. Lo que hemos ganado en cercanía lo hemos ganado en
conocimiento de la persona, no hay nada oculto, es un hombre
transparente.
Y para saber lo que el papa pide a la Compañía y lo que pide Dios a la Compañía, ¿cómo lo hace P. Nicolás?
El
mejor camino para saberlo es el discernimiento. San Ignacio nos dejó no
solo el método sino las actitudes fundamentales, porque la realidad es
uno de los mejores puntos de partida. San Ignacio es un hombre que no es
abstracto, que camina sobre la realidad, se considera peregrino no solo
porque físicamente caminó mucho, sino porque es un hombre en búsqueda,
que va descubriendo nuevos campos y la realidad es siempre un punto de
partida muy serio para él. Tanto, que cuando envía gente a la India o a
otros sitios, siempre en sus instrucciones les deja total libertad para
que disciernan sobre el terreno. El cambio de estructuras es normal en San Ignacio, porque no hay nada absoluto si no es la voluntad de Dios y el bien de los demás.
¿Llega bien la realidad a Borgo S. Spirito? ¿Cómo hace para acercarse a la realidad?
Llega
muy bien. La Compañía tiene 500 años de experiencia, y siempre se ha
ido puliendo, precisamente, el acceso a la realidad, a través de cartas,
a través de una doble red. Me hizo pensar cuando estudié en Roma en los
años 68-69; me pidió el secretario de la embajada japonesa que
organizara un encuentro con tres profesores de la gregoriana, y le
preguntaron a él por qué la embajada japonesa en el Vaticano, qué
interés tenía Japón en dos embajadas en Roma si Japón no es un país
católico. Él respondió claramente: por información, porque lo que decide
el Vaticano afecta a los países latinoamericanos, y Japón tiene interés
en saber eso. Y porque el Vaticano tiene dos redes de información, una
oficial a través de los nuncios, y otra informal a través de sacerdotes,
religiosos, laicos, que están continuamente enviando información a
Roma.
Entonces ¿lee todo lo que le mandan?
Mucho de mi trabajo es leer y escuchar. Las orejas se me han hecho un poco grandes.
Tengo un equipo para eso muy bueno. El secreto del gobierno de la
Compañía está en el equipo. Estoy muy agradecido a la Congregación
General, no por elegirme sino, para perdonar eso, por el equipo que me
dio. Tengo 9 asistentes regionales, que tienen distintas partes del
mundo bajo su preocupación y luego 2 asistentes para las casas de Roma
-que son casi 400 jesuitas- y otro para formación, que es la prioridad
en la Compañía siempre. Entre todos, sé que podemos encontrar caminos para responder a distintos retos y eso me permite dormir en paz. Duermo bien gracias a saber que no tengo que solucionar yo todos los problemas.
Estamos en la creación de la nueva provincia de España, ¿es porque somos menos?
Sería mentiroso si dijera que no ha influido. Es evidente que la cuestión de número nos ha hecho pensar,
porque la reducción de número afecta inmediatamente al apostolado,
nuestras instituciones, el gobierno de la Compañía, la misma formación.
Nos estamos dando cuenta de que a medida que las provincias tienen menos
gente, hay menos posibilidad de mantener un servicio de calidad. Aunque empezó la reflexión a partir de los números sin embargo el acento está en lo apostólico,
el servicio apostólico que damos a la iglesia y a la gente, no se puede
mantener en calidad sin recursos y estos recursos tienen mucho que ver
con los números. De manera que tenemos ahora en la Compañía provincias
muy grandes que no quieren dividirse porque se dan cuenta de que siendo
grandes pueden mantener un apostolado vivo, con recursos, con
especialistas, cosa que no pasaría si se dividen, entonces la
preocupación por mantener las estructuras básicas, formación,
superiores, requieren tantos recursos que no quedan para compartir,
intercambiar con otros...
Somos menos porque... tenemos menos vocaciones y tenemos menos
porque lo estamos haciendo mal y Dios dice: "ya no les mando
vocaciones".
Es mucho más complejo que esto. Y sobre todo en el mundo moderno. Estamos tratando de dar sentido al hecho de que en
el Vaticano II descubrimos la vocación del laico como tal, dentro de la
familia, de las instituciones, la política, la empresa, y esto
ciertamente afecta. Luego la natalidad ha bajado muchísimo en países
que tradicionalmente nos han dado muchas vocaciones. Es difícil que la
familia fomente vocaciones cuando tiene dos hijos en vez de cinco como
antes.
A mí me preocupa más el hecho de que está disminuyendo el número de profesiones vocacionales:
médicos disponibles 24 horas, enfermeras preocupadas por sus pacientes,
maestros que están más preocupados por el salario que por los
estudiantes... está disminuyendo lo que es vocación, y esto nos afecta a
nosotros, porque no todo el mundo mira la vocación de forma positiva.
Nos
decía un hermano cisterciense, que antes, en Italia, todas las familias
tenían un pariente religioso, y todos lo decían con orgullo. "Hoy si
voy a una familia y me encuentro a un muchacho bien plantado y le digo
que si se ha planteado ser sacerdote, toda la familia se me echa encima.
¡Padre, no le meta ideas extrañas en la cabeza!". No es solo problema
nuestro, hay toda una cultura que no favorece este tipo de vocaciones.
Se favorece lo que es más relacionado con el marketing, la producción,
un buen salario, y esto nos afecta naturalmente a nosotros.
Para la provincia de España, esto es una oportunidad, ¿tenemos fortaleza?
No tenemos que pensar que España es diferente. Esto es un eslogan que no sirve. A mí me gusta decir que hay jesuitas para todo, pues también hay españoles para todo, pero hay fortalezas evidentemente.
Por lo que he visto hay mucha dedicación, hay pasión por lo que se
hace, entrega, generosidad e imaginación. Y esto es un valor que hay que
cultivar más que nunca. La Iglesia necesita dedicación al estudio y
esto no es muy español: un estudio árido, que se hace solo, o en una
biblioteca, esto no es el punto fuerte del español. Al alemán sí le
gusta estar en una biblioteca, pero al español le gusta el aire libre.
Pero es parte de una idiosincrasia, y hay mucha inteligencia, dedicación
y pasión en lo que se hace, por lo tanto la capacidad para ser
creativos, para hacer diferencia en la vida es muy alta. Lo que espero
que los superiores puedan hacer es motivar y canalizar esa energía, esa
fuerza, en algo productivo pastoral y religiosamente.
Cada vez hay más instituciones vinculadas a la Compañía en las que
hay una persona laica y no un jesuita. ¿Nos convertimos en una marca y
dejamos de ser una congregación religiosa?
No, en absoluto, es un proceso normal. Es normal que en una institución se busque al mejor, y el mejor puede ser jesuita o no, puede ser un laico o una laica.
Y entonces hay que escoger al mejor para que la institución vaya bien y
el jesuita se tiene que ir acostumbrando a funcionar normalmente.
Estamos acostumbrados a canalizar todo religiosamente y a mí me hacen
preguntas en algunos sitios de si el director de una obra es laico
¿tenemos que obedecerle? No es cuestión de obediencia. ¿Qué hace un
profesor ordinario? obedece porque hay que trabajar de una manera
colaborativa y ordenada. El jesuita se tiene que acostumbrar a eso, a
funcionar como una persona normal.
Pero corremos el riesgo de ser más que una orden con una
espiritualidad, con una tarea evangelizadora, una prestadora de
servicios sociales.
Creo que sí podría ser, es un peligro, pero ahora mismo hay en la Compañía un interés enorme por mantener la identidad de nuestras obras.
Si llevamos una obra, un colegio, una universidad, una parroquia, hay
una preocupación muy alta por mantener la identidad, y no solo en los
jesuitas sino también en los laicos, porque ellos colaboran precisamente
porque esa obra está ofreciendo algo distinto, particular, y los laicos
son los primeros que quieren mantener esa identidad, y saben que no
puede suceder sin un proceso de formación, programas, etc. En España hay
programas, tanto en Loyola como en Andalucía muy bien estructurados de
formación de nuestros colaboradores que forman equipo y quieren trabajar
como comunidad.
¿Somos más capaces de trabajar con otras, con otros?
Nos
vamos haciendo más capaces. Es un proceso y vamos aprendiendo. Al
principio pensábamos en laicos colaborando con nosotros, en nuestras
obras. Kolvenbach ya habló en la CG34 de que tenemos que hablar de lo
contrario: jesuitas colaborando con laicos en sus obras. Ahora ya
esa diferencia va disminuyendo y ya se habla de colaboración en la
misión de Dios. Ya no se habla de la misión de los franciscanos, de los
carmelitas, de los jesuitas, sino de la misión de Dios. Es Dios el que
llama a los colaboradores y por tanto nuestro discernimiento será quien
tiene el mismo corazón que nosotros para trabajar juntos, no quién tiene
vocación o no para trabajar, eso Dios lo decide. Pero nosotros tenemos
que discernir con quién podemos trabajar bien, en paz y en la misma
dirección.
En 2016 vamos a tener Congregación General los jesuitas ¿para qué?
Primero para elegir General.
Creo que los 80 años es una buena fecha para pensar en el relevo porque
después de los 80 ya no hay ninguna garantía ni médica ni psicológica
ni del sistema nervioso para que la mente funcione bien, y ciertamente
no puedo someter a la Compañía a años de decadencia personal. Después de
los 80 ya entra uno en ese proceso de decadencia. Yo prefiero moverme
fuera del trabajo, cuando todavía tengo capacidad de pensar y no esperar
a que los jesuitas pregunten "ese viejito de Roma sigue allí" que no es
muy positivo. Hay que hacer las cosas con cierta lucidez y es mejor empezar ya a prepararlo.
La Congregación General no es solamente para elegir General
Aunque
la prioridad sea elegir General hay todo un proceso y en ese proceso
entran las Congregaciones Provinciales , que habrá que tener una en
España también, y en esas Congregaciones Provinciales piensan qué tipo
de problemática hay que ajustar, cómo entendemos la misión. En el futuro
las CG sean de elección o no, lo único importante que tienen que hacer
es ajustar la misión. Porque la sociedad va cambiando, y también nuestras estructuras tienen que cambiar.
San Ignacio sería el primero en hablar de cambio. San Ignacio dio
libertad a los que iban a la India, a Japón... para discernir sobre el
terreno porque no todo se ve desde Roma, él sería el primero en decir,
han pasado 500 años, las estructuras que tenemos ahora son de 500 años
antes, ya es hora de cambiar porque el mundo ha cambiado muchísimo. El
cambio no es porque algo no funcione, sino por ir ajustándose a las
necesidades nuevas y a los tiempos nuevos.
¿Cuántos años lleva de General? ¿Ha cambiado mucho su visión de la Compañía estando en Roma?
Llevo
seis años. Sí ha cambiado. Primero se juzgan muchas cosas desde fuera
como amateur. El aficionado que ve las cosas sin información. Llega uno a Roma y se encuentra un alud de información
y cuando se conocen los problemas en detalle, y las personas, y por qué
ha surgido un problema y su proceso, se ven las cosas ligeramente
distintas. Hay apreciaciones que no cambian pero hay otras que sí. Y las
que tocan a personas o instituciones concretas tienen que cambiar
necesariamente con la información más completa que llega a Roma.
Y le cambia a uno también ser el P. General
No cambia uno
en el carácter, el temperamento, como el Papa, sigue siendo él, pero ha
cambiado su estilo, era más bien una persona adusta, ahora se ha hecho
una persona muy cercana a la gente. Él lo atribuye a que así trabaja la
Gracia. Él dice, yo no era así antes, era distante, serio... pero ahora me encuentro a gusto en esto,
y él lo atribuye a la Gracia. Algo de eso pasa al ir a Roma. El
carácter fundamental sigue pero tiene uno más información, tiene uno
entrevistas como ésta, que antes no tenía, y uno es más consciente de
que es una persona pública, no hay tanto espacio para lo personal, para
el gusto concreto.
La visita de Benedicto XVI y su discurso en la Congregación
General fue emocionante. Nos habló de ir a las fronteras ¿Estamos los
jesuitas en las fronteras?
Creo que sí, que una de las razones
por las que tenemos tantos y muy buenos colaboradores laicos y laicas es
por estar en las fronteras. Se encuentran que ahí hay que estar, donde
están los jesuitas. Lo que pasa es que las fronteras no son unívocas.
Una de las cosas que hemos hecho recientemente en Roma es rehacer el
mapamundi. Hacer un mapa de fronteras porque cada continente tiene
fronteras distintas. África no tiene las mismas fronteras que Oriente Medio o Europa.
Los provinciales de Europa han decidido que una de esas fronteras es la
secularidad, que ciertamente es muy fuerte en Europa, y otra es el
encuentro con otras religiones, sobre todo el Islam. La secularidad no
ha entrado tan fuerte en África. Tienen el problema de la
reconciliación, la guerra, la justicia, la paz, cómo trabajar por la
paz, aunque el islam sigue siendo fuerte. En Asia tienen otras
fronteras. En USA tienen el problema de la inmigración que es enorme. Cada continente tiene que decidir cuáles son sus fronteras
y según eso organizar su apostolado y sus prioridades. Eso es lo que
estamos haciendo en Roma, dos mapamundis, uno de fronteras y otro de
puntos fuertes, porque cada continente tiene también puntos fuertes. Por
ejemplo, USA, educación superior, es el único país donde tenemos 28
universidades. Tienen un saber hacer en la educación superior que no lo
tenemos en otros sitios. El tercer mapa que queremos hacer es que nos
den cinco o seis nombres de especialistas en esos puntos fuertes, para
comunicarlos a toda la Compañía y que se les pueda pedir ayuda, de Asia,
de Latinoamérica... y esto está tardando en venir, porque los
Provinciales hacen una lista larga, pero es más difícil una lista corta.
Hace poco firmó el prólogo de la nueva edición de la biografía de
Arrupe escrita por Pedro M. Lamet SJ. ¿Debemos seguir mirando hacia
Arrupe?
Arrupe ocupó un puesto teológicamente providencial,
clave en una transición muy importante en la Compañía. Arrupe nos
enseña cómo hacer transiciones, porque de ahora en adelante vamos a
tener varias. No solo es el Vaticano II y una nueva mentalidad que tiene
que ver con situaciones sociales, etc. Arrupe nos enseñó cómo discernir
en un momento difícil, clave, cómo encontrar la profundidad en lo nuevo
que está emergiendo y eso nos va a ayudar mucho. Creo que tenemos que seguir mirando a Arrupe.
Lo que me preguntan siempre en todas partes es qué hay de su canonización. Hay que tener paciencia, no tenemos prisa en canonizar jesuitas porque tenemos muchos santos jesuitas
y hay que dejar sitio a otros. Pero Arrupe seguirá inspirando, porque
vivió en un momento clave y de una manera muy ignaciana, con todos los
riesgos que tenía y con los que sufrió mucho.
Dios nos regala mucha santidad en la Compañía. Nos acaban de
canonizar a dos compañeros, del siglo XVI, San Pedro Fabro y San José de
Anchieta. Pero esa santidad ¿sigue vigente en la Compañía?
Sí, creo que sigue vigente. Una de las cosas que más me anima son las visitas a las Provincias. Viajo por todo el mundo y me encuentro jesuitas de primera.
También hay de segunda..., no hay que glorificar todo lo que se ve,
pero me encuentro jesuitas muy entregados. Por ejemplo, el P. Frank Van der Lugt, que acaban de matar en Siria.
Es un hombre que conscientemente sabía que iba al martirio y cuando
tuvo oportunidad e incluso con presión para salir, dijo que se quedaba,
que mientras su gente estuviera sufriendo, se quedaba con ellos, y le
han matado por eso. Era un testimonio tremendo, y su muerte ha sido un
testimonio en todo el mundo, porque toda la prensa internacional lo ha
tratado, y muy bien.
Hay dos compañeros más secuestrados en Siria y en Afganistán.
En Afganistan está el P. Prem y en Siria el P. Dall'Oglio, que lo más probable es que haya muerto ya, aunque no sabemos nada.
Padre, ¿le va a dar instrucciones al nuevo Provincial de España de lo que tiene que hacer?
Yo
creo que sabe más que yo y no es porque esté presente... Sabe más de
todo el proceso, de cómo ha ido la unión y de cómo incluso se ha
adelantado porque ya estaba maduro el proceso y lo que queda por hacer.
Creo que los próximos tres años van a ser de apuntalar cosas que están a
medias o que la experiencia tiene que darnos nuevos datos, pero esto lo
sabe él de sobra.
¿Hay procesos similares en otros lugares de la Compañía?
Sí, en noviembre tengo que ir a Brasil,
porque son tres provincias y una región, una región enorme, en la que
cabe prácticamente toda Europa Occidental y parte de la Oriental, que es
Amazonia y van a formar también una provincia. Después convocaremos la
Congregación General, porque esto afecta a la participación.
El último santo jesuita español canonizado vivió precisamente en
Brasil, nos escribió una carta P. General. ¿Qué es la itinerancia para
un jesuita?
Anchieta es un santo que nos dice mucho de lo que es
la vida jesuítica, que es no estar apegado a nada, vivir respondiendo a
distintos retos. Anchieta fue a Brasil enfermo, porque tenía problemas
de columna, y montado en una mula fue por toda América, porque llegó
hasta Perú, extraordinario. La itinerancia sigue siendo un modo de ser
jesuita muy eficaz. No solo las instituciones que son necesarias, que
tienen sus problemas, sino la itinerancia misma, que es una forma de ser
jesuita, totalmente desapegado, el peregrino eterno, pero al servicio
de los demás. Anchieta nos da un ejemplo.
El actual P. General también es itinerante.
Nos puede bendecir, Padre, a toda la Compañía española.
Que tenga capacidad de ir en profundidad a las cuestiones.
Este mismo lunes vino a saludarme el arzobispo de Canterbury y me dijo
que sus relaciones con la Compañía son muy positivas y que admira dos
cosas, -y esa es mi bendición, que sigamos en esa línea- la capacidad de
servir a los pobres, -desde San Pablo es una prioridad que no podemos
olvidar- y la capacidad de tratar los problemas con rigor, incluso rigor
académico. Poder ir profundo en las cuestiones. No quedarse en la
hojarasca, en la opinión periodística, sino estudiar los problemas e ir a
fondo para poder ayudar a la Iglesia en profundidad. Mi bendición sería
una oración por que eso sea una realidad en España.
Fuente: religiondigital.com