¿Cómo
pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? (Sal 115)
El pasado sábado fue un día grande para nuestra Iglesia
Diocesana pero también para nuestra parroquia, Jesús Castro fue ordenado
diácono. ¡Qué alegría ver la Catedral llena a rebosar! (dudo que quedase un
sitio libre), ¡qué alegría poder disfrutar de una liturgia tan rica en signos y
símbolos! ¡Qué maravilla celebrar con los hermanos tan gran acontecimiento!
Me impresionó ver a tantos miembros del movimiento Scout
orgullosos de ver ordenar a uno de los
suyos, maravillosa la procesión de entrada con la Cruz de los Jóvenes ante la
cual tantas veces hemos orado, y más maravillosa aún la presencia de toda la
Iglesia Diocesana en torno a nuestro pastor, el obispo.
Una gran liturgia esmeradamente preparada y mimada para
mostrar el inconmensurable Amor que Dios nos regala en cada gesto, instante,
etapa de la vida y hermanos con los que nos cruzamos a diario.
Jesús ha realizado en nuestra parroquia parte de su labor
pastoral y para nosotros él y todos los seminaristas (mayores y menores) se han
convertido en parte importante de nuestras vidas. Una doble emoción me inundaba
en la celebración, por un lado la ordenación de Jesús y la alegría que ésta me
generaba, y por otro el sentirme miembro de esta Iglesia Diocesana y a su vez,
parte de la Iglesia Universal.
Hago balance de los dos últimos años de mi vida y sin
lugar a dudas han sido espectaculares (palabra muy repetida por nuestro párroco Antonio Luis). He redescubierto y vuelto a vivir la riqueza de
pertenecer a la Iglesia Diocesana. Disfruto
“a tope” cada celebración en la Catedral porque me encuentro con muchos
hermanos y hermanas que fueron parte muy importante en mi vida y que por
avatares de la vida había dejado de ver. Disfruto tremendamente al contemplar
la riqueza de la diversidad comunitaria diocesana. Me asombra ver la riqueza
cristiana que existe al compartir retiros con hermanos de la sierra. Y por
supuesto, he descubierto el Seminario Diocesano (mayor y menor), he vivido como
un auténtico regalo de Dios la gran suerte de contar con la labor pastoral de
los seminaristas (entre ellos Jesús), que nos han ayudado muchísimo en todo
momento en catequesis.
Toda esta “espectacularidad” indudablemente ha sido posible
gracias a ti, Antonio Luis. Gracias por estos dos años junto a nosotros. Admiro
profundamente tu gran prudencia (en alguna ocasión te lo he dicho, no te coge
de nuevas), admiro tu templanza, cercanía, sinceridad, tu capacidad de superar
los obstáculos y dificultades y sobre todo admiro tu capacidad de cuidar a las
personas y aceptarlas desde lo que son y tu capacidad de perdón. Gracias por
haberme hecho sentir tan cómoda (incluso cuando nuestras ideas no coincidían),
porque lo que realmente importaba y ha importado siempre es Dios (que es quien
nos une). Gracias por tu labor con los monaguillos (te has metido a los niños
“en el bolsillo”), que el Señor te siga bendiciendo allá donde vayas todos los
días de tu vida. Gracias a ti también Ignacio, porque aunque hemos compartido
menos tiempo contigo, no ha sido por ello menos intenso. Me enseña mucho verte
siempre tan alegre, y me alucina tu disponibilidad pastoral para atender los
requerimientos que te hacía “la viuda del Evangelio” (el ordenador no tiene
emoticonos para ponerte aquí). Gracias por tu sencillez y tu cariño, nos has
hecho sentir especiales y mimados. Que Dios te Bendiga.
Para mí, estos dos años son un gran comienzo, han
supuesto nacer a una vida nueva lejos del terruño y mi ombligo y descubrir que
existe un mundo más grande, más rico, más maravilloso fuera de las puertas de
mi parroquia. En mi corazón, el seminario mayor y menor ocupará siempre un
lugar muy especial y aunque por circunstancias personales no pueda asistir a la
oración de los domingos, siempre estaréis presentes en mis oraciones. Nos
seguiremos viendo y compartiendo en el camino de la vida allá donde la misión y
la celebración nos vuelvan a reunir. Le doy infinitas gracias al Padre por el
gran bien que me ha hecho, nunca podré pagarle tanto bien.
Estoy
segura que la nueva etapa que iniciaremos junto a Juan (nuestro nuevo párroco)
estará llena del inconmensurable amor de Dios. Ojalá seamos capaces de “sintonizar en la
misma frecuencia” que el Padre y escuchar lo que Él nos quiere transmitir en
cada momento, pues como dice san Pablo: “Si vivimos, vivimos para el
Señor”. Todo nuestro ser es del SEÑOR.
Mamen Casas
Nuestra Iglesia esta viva, igual que vivo esta el amor a Dios
ResponderEliminarLa verdad es que yo también estoy muy orgulloso por Jesús, su ministerio, su vocación y por nuestra Iglesia de Jerez de la que formamos parte. Doy gracias al Señor por estos dos años. Me ha alegrado mucho ver vuestra participación, cada vez mayor, en los actos diocesanos, que nos hacen buscar la Comunión más allá de nuestra parroquia. Y doy gracias a Dios por vosotros, vuestra acogida y comprensión y, cómo no, por vuestro cariño y cercanía para con el Seminario, Mayor y Menor, a quienes conocéis muy bien. No todo el mundo tiene esta dicha, que nos enorgullece. En todas estas cosas nos iremos viendo, y lo iremos disfrutando. El Señor os bendiga +
ResponderEliminarP.D. La Cruz de los Jóvenes fue muy emotivo, ya que en 2011, con la preparación de la JMJ y la Cruz en la Diócesis, fue cómo comenzó a descubrir Jesús su vocación, de la que hoy somos testigos, y otros también lo fuimos entonces. Gran ceremonia!
ResponderEliminarFelicito a Jesús por este gran paso que ha dado. Convivir con él me ha enseñado a tener fe en Dios, y espero que le muestre ese camino a más personas.
ResponderEliminar