lunes, 25 de septiembre de 2017

LA ALEGRÍA DE LA ENTREGA


¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? (Sal 115)

            El pasado sábado fue un día grande para nuestra Iglesia Diocesana pero también para nuestra parroquia, Jesús Castro fue ordenado diácono. ¡Qué alegría ver la Catedral llena a rebosar! (dudo que quedase un sitio libre), ¡qué alegría poder disfrutar de una liturgia tan rica en signos y símbolos! ¡Qué maravilla celebrar con los hermanos tan gran acontecimiento!
            Me impresionó ver a tantos miembros del movimiento Scout orgullosos de  ver ordenar a uno de los suyos, maravillosa la procesión de entrada con la Cruz de los Jóvenes ante la cual tantas veces hemos orado, y más maravillosa aún la presencia de toda la Iglesia Diocesana en torno a nuestro pastor, el obispo.
            Una gran liturgia esmeradamente preparada y mimada para mostrar el inconmensurable Amor que Dios nos regala en cada gesto, instante, etapa de la vida y hermanos con los que nos cruzamos a diario.
            Jesús ha realizado en nuestra parroquia parte de su labor pastoral y para nosotros él y todos los seminaristas (mayores y menores) se han convertido en parte importante de nuestras vidas. Una doble emoción me inundaba en la celebración, por un lado la ordenación de Jesús y la alegría que ésta me generaba, y por otro el sentirme miembro de esta Iglesia Diocesana y a su vez, parte de la Iglesia Universal.
            Hago balance de los dos últimos años de mi vida y sin lugar a dudas han sido espectaculares (palabra muy repetida por nuestro párroco Antonio Luis). He redescubierto y vuelto a vivir la riqueza de pertenecer a la Iglesia Diocesana. Disfruto  “a tope” cada celebración en la Catedral porque me encuentro con muchos hermanos y hermanas que fueron parte muy importante en mi vida y que por avatares de la vida había dejado de ver. Disfruto tremendamente al contemplar la riqueza de la diversidad comunitaria diocesana. Me asombra ver la riqueza cristiana que existe al compartir retiros con hermanos de la sierra. Y por supuesto, he descubierto el Seminario Diocesano (mayor y menor), he vivido como un auténtico regalo de Dios la gran suerte de contar con la labor pastoral de los seminaristas (entre ellos Jesús), que nos han ayudado muchísimo en todo momento en catequesis.
            Toda esta “espectacularidad” indudablemente ha sido posible gracias a ti, Antonio Luis. Gracias por estos dos años junto a nosotros. Admiro profundamente tu gran prudencia (en alguna ocasión te lo he dicho, no te coge de nuevas), admiro tu templanza, cercanía, sinceridad, tu capacidad de superar los obstáculos y dificultades y sobre todo admiro tu capacidad de cuidar a las personas y aceptarlas desde lo que son y tu capacidad de perdón. Gracias por haberme hecho sentir tan cómoda (incluso cuando nuestras ideas no coincidían), porque lo que realmente importaba y ha importado siempre es Dios (que es quien nos une). Gracias por tu labor con los monaguillos (te has metido a los niños “en el bolsillo”), que el Señor te siga bendiciendo allá donde vayas todos los días de tu vida. Gracias a ti también Ignacio, porque aunque hemos compartido menos tiempo contigo, no ha sido por ello menos intenso. Me enseña mucho verte siempre tan alegre, y me alucina tu disponibilidad pastoral para atender los requerimientos que te hacía “la viuda del Evangelio” (el ordenador no tiene emoticonos para ponerte aquí). Gracias por tu sencillez y tu cariño, nos has hecho sentir especiales y mimados. Que Dios te Bendiga.
            Para mí, estos dos años son un gran comienzo, han supuesto nacer a una vida nueva lejos del terruño y mi ombligo y descubrir que existe un mundo más grande, más rico, más maravilloso fuera de las puertas de mi parroquia. En mi corazón, el seminario mayor y menor ocupará siempre un lugar muy especial y aunque por circunstancias personales no pueda asistir a la oración de los domingos, siempre estaréis presentes en mis oraciones. Nos seguiremos viendo y compartiendo en el camino de la vida allá donde la misión y la celebración nos vuelvan a reunir. Le doy infinitas gracias al Padre por el gran bien que me ha hecho, nunca podré pagarle tanto bien.

Estoy segura que la nueva etapa que iniciaremos junto a Juan (nuestro nuevo párroco) estará llena del inconmensurable amor de Dios. Ojalá seamos capaces de “sintonizar en la misma frecuencia” que el Padre y escuchar lo que Él nos quiere transmitir en cada momento, pues como dice san Pablo: “Si vivimos, vivimos para el Señor”.  Todo nuestro ser es del SEÑOR.

Mamen Casas


4 comentarios:

  1. Nuestra Iglesia esta viva, igual que vivo esta el amor a Dios

    ResponderEliminar
  2. La verdad es que yo también estoy muy orgulloso por Jesús, su ministerio, su vocación y por nuestra Iglesia de Jerez de la que formamos parte. Doy gracias al Señor por estos dos años. Me ha alegrado mucho ver vuestra participación, cada vez mayor, en los actos diocesanos, que nos hacen buscar la Comunión más allá de nuestra parroquia. Y doy gracias a Dios por vosotros, vuestra acogida y comprensión y, cómo no, por vuestro cariño y cercanía para con el Seminario, Mayor y Menor, a quienes conocéis muy bien. No todo el mundo tiene esta dicha, que nos enorgullece. En todas estas cosas nos iremos viendo, y lo iremos disfrutando. El Señor os bendiga +

    ResponderEliminar
  3. P.D. La Cruz de los Jóvenes fue muy emotivo, ya que en 2011, con la preparación de la JMJ y la Cruz en la Diócesis, fue cómo comenzó a descubrir Jesús su vocación, de la que hoy somos testigos, y otros también lo fuimos entonces. Gran ceremonia!

    ResponderEliminar
  4. Felicito a Jesús por este gran paso que ha dado. Convivir con él me ha enseñado a tener fe en Dios, y espero que le muestre ese camino a más personas.

    ResponderEliminar