sábado, 23 de julio de 2016

Jóvenes para "misericordiar"

Polonia, la tierra de Juan Pablo II, acoge, entre el 26 y el 31 de julio, la XXXI Jornada Mundial de la Juventud. Hay quien, al situarse frente a la Jornada de la Juventud, solo ve en ella una exhibición de músculo de la Iglesia. Esta mirada superficial por las cifras que arrastra ignora la vivencia de cada uno de esos miles de jóvenes que deciden aparcar un verano centrado en el ocio, por más de una semana de encuentro, de oración y, por qué no, de fiesta.
Está claro que una JMJ, como hecho aislado, no tiene sentido, y desde ahí podría cuestionarse un despliegue que, dicho sea de paso, sufragan los propios peregrinos. Quienes guían a los 30.000 jóvenes españoles hasta Cracovia son conscientes de que la huella que deje o no la JMJ radica en la capacidad de integrarla en un itinerario de crecimiento personal y acompañamiento.

En algunos casos, el periplo a Polonia que ahora se inicia será punto de partida de un primer anuncio para aquellos que se inscribieron con pocas expectativas. Para la mayoría, aquellos que están integrados en una comunidad, será el momento de reafirmar su fe desde la diversidad y con el impulso del Papa. Para otros, supondrá un punto de inflexión en su vida, para plantearse cuál es su lugar en el mundo y encontrar pistas firmes en la búsqueda de su vocación.
La Iglesia tiene en sus manos
promover y acompañar a una juventud
que se empape de Jesús y se moje por los últimos,
con una actitud inquieta, dialogante y desinstalada.
Francisco ha escogido como lema para este encuentro Bienaventurados los misericordiosos. Dando un salto al “hacer lío” de la JMJ de Brasil, en Cracovia les presentará el proyecto para ser feliz que Jesús ofrece a la muchedumbre en el Sermón de la Montaña. “Misericordiar” –el verbo inventado por el Papa para la Iglesia en salida– exige traducir la experiencia de encuentro con Cristo en una vida entregada por el otro, desde la caridad, la acogida y el perdón. Para materializarlo en lo cotidiano se necesitan jóvenes que hagan de las obras de misericordia su cuaderno de bitácora.
Para lograrlo, esta nueva generación de cristianos está llamada a utilizar todos los medios a su alcance –desde Spotify a Twitter– para ser fermento en la masa de la indiferencia, el relativismo y la secularización, y hacer presente el Reino en cada uno de los rincones de la sociedad. La Iglesia tiene en sus manos el promover y acompañar a una juventud que se sienta enviada por Jesús más allá de las puertas de los templos, con una actitud inquieta, inconformista, dialogante, desinstalada a la manera de las bienaventuranzas, firme en su experiencia de Dios y en su comunión eclesial, pero alejada de una militancia ideológica excluyente.
La JMJ será, sin duda, una ocasión propicia para animar a que los jóvenes se empapen de Jesús y se mojen por los últimos, sin temor a accidentarse por “misericordiar” en medio del mundo.
En el nº 2.997 de Vida Nueva. Del 16 al 22 de julio de 2016