lunes, 21 de marzo de 2016

Semana Grande

Giotto_di_Bondone_-_No._26_Scenes_from_the_Life_of_Christ_-_10._Entry_into_Jerusalem_-_WGA09206Con la celebración de ayer del domingo de Ramos, comenzamos la “Semana Grande”. La semana en la que vamos a conmemorar los grandes misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Hemos venido preparándonos durante toda la Cuaresma para esta conmemoración. Una semana que se culmina, con la Resurrección del Señor, y que va precedida de cuarenta días (Cuaresma) y seguida de otros cincuenta del “tiempo Pascual”.

Del cristiano que no vibre, que no se emocione, que no se conmueva ante tan extraordinaria efeméride, como es la actualización de los acontecimientos que rememoramos en esta gran semana, habría que sospechar de su sensibilidad, e incluso de la vitalidad de su fe.

Días de alegría y de dolor, días de “pasión” y de “resurrección”. Me han venido a la mente aquellos versos, del “Stabat Mater dolorosa”, que Lope de Vega tradujera del latín y que dicen así:
Y ¿cuál hombre no llorara, si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera, Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

Junto al dolor de Cristo, el dolor de la Madre, al pie de la cruz. La alegría sarcástica de los que le condujeron al patíbulo, por el simple delito de ser bueno, de ayudar a todos, de intentar mejorar a los más débiles, a los pobres, de ofrecer el perdón a los pecadores. La alegría de los verdugos por haber cumplido su triste tarea. La alegría de las autoridades religiosas, porque un enemigo había desaparecido, y podían seguir imponiendo su absurda autoridad religiosa. La alegría de las chusmas, que un tiempo vitorearon a Jesús, y después se dejaron arrastrar, contagiados por el odio de sacerdotes, escribas y fariseos.

Y la tristeza y el dolor de los incondicionales, de los perdonados, los enfermos curados, los amigos de Betania, la Magdalena y demás mujeres que hicieron suya la causa de Jesús; y sobre todo el dolor sin medida de la Madre junto a la cruz, sin quejarse, sin insultar a los verdugos, sin lágrimas porque se había secado ya el pozo de sus lacrimales.

Comenzamos la Santa semana de los hechos más importantes de la vida y muerte de Jesús.

Félix González ss.cc.