Mt. 10, 26-33
El profeta Jeremías prepara el camino para la predicación del Señor, a quien la experiencia de este hombre, de conflicto y esperanza a un precio tan alto que se identificó con ella, le fue particularmente querida. Profeta de nuevos tiempos, de nuevos caminos, de un nuevo corazón. Con el telón de fondo de esta experiencia, y justo cuando inicia a sus apóstoles en su ministerio de curación, sanación e iluminación por medio de la palabra, el Señor habla directamente al corazón: "No tengas miedo”.
La palabra de Dios nos pide que caminemos a través de la historia con la cabeza en alto y el corazón puro. Con la cabeza en alto porque somos conscientes de que todos hemos pecado, y por lo tanto no tenemos nada de qué avergonzarnos sino de estar agradecidos; con un corazón puro porque somos capaces de asumir la actitud de esos dos gorriones de los que habla el Evangelio, asegurándonos así de que Dios no desperdicia nada de lo que ama.
Estamos llamados a soñar con una sociedad más evangélica, pero para ello no es necesario condenar el mundo en el que vivimos. Basta con ver simple y serenamente un poco más de lo que el mundo ve de sí mismo y dárselo: sólo se convierte lo que se ama.
José María Tortosa Alarcón