lunes, 21 de mayo de 2018

LA PUERTA DE ESTA CASA



La puerta de esta casa no entiende de candados,
llaves, pestillos, alarmas de seguridad,
miedos ancestrales o porteros actuales...

Esta puerta no entiende de portazos,
de esperas interminables,
de colas compradas,
de voces enlatadas
para que vuelva usted mañana.

La puerta de esta casa no entiende de fronteras,
ni de papeles que discriminan,
ni de órdenes judiciales que hollan su acogida,
ni de permisos de salida y ausencia,
ni de llenos que niegan más cabida.

Esta puerta entiende de colores, brisas y perfumes:
de rostros anhelantes que suplican y no piden,
de manos que sangran y se ensucian
arrancando a la niebla la oportunidad de vivir,
de ojos que miran y ven más allá de los disfraces,
de risas que hieren todas las oscuridades.

Esta puerta entiende de la urdimbre de los sueños,
de tapices siempre misericordiosos,
de serenos atentos y acogedores,
de riesgos compartidos,
de días trabajados y noches disfrutadas,
de promesas sembradas,
de cafés que se quedan fríos en diálogos cálidos,
y de bienvenidas a todas las horas.

La puerta de esta casa es puerta abierta:
acoge a quien se acerca,
venga como venga
y sea la hora que sea;
favorece las entradas y salidas,
no retiene a nadie
y protege a quien se queda.

No podría ser de otra forma,
pues la puerta de esta casa
está diseñada y creada por el Espíritu
en sus muchas noches de vela.
Lleva grabados sus surcos
Y funciona con su santo y seña.

¡Yo soy la puerta!,
grítalo por caminos y veredas,
en las plazas y en los corazones,
y rompe las fronteras.

Hoy, Señor, como casi todos los días,
es día de entrada,
de acogida
y compañía.

Florentino Ulibarri