lunes, 16 de mayo de 2016

LA FIESTA DEL ESPÍRITU, FIESTA DEL CORAZÓN

Este fin de semana hemos celebrado en nuestra parroquia la Vigilia y fiesta de Pentecostés. A imitación de los apóstoles nos reunimos y oramos para que el Espíritu Santo descendiera sobre nosotros. Sentada frente al ordenador me pregunto cómo describir todo lo que he vivido… A través de estas sencillas letras querría compartir con vosotros mi experiencia y vivencias hasta hoy.
Mi incursión en las redes sociales (twitter) ha hecho que la espera del Espíritu haya estado muy presente todos los días en mis oraciones y que a lo largo de cada día haya vivido #HaciaPentecostés.
Mi corazón anhelaba el gran día y nada más entrar en nuestra parroquia ya saltó de gozo. Unas preciosas flores alegres y vivas anunciaban que algo muy importante iba a ocurrir en nuestra casa. Todo era preparativo para un gran acontecimiento: ensayo de cantos, hermanos cuidando la liturgia para celebrar por todo lo alto la venida del Espíritu, besos y abrazos en la alegría del reencuentro en familia….
Todo estaba preparado para comenzar, ¿cómo encontrar las palabras adecuadas para expresar la dicha de sentirme acogida y querida por mis hermanos?, ¿cómo transmitir la riqueza de las lecturas y el inmenso disfrute al escuchar la Palabra de Dios? (Bueno, las Palabras de Dios, ¡porque fueron muchas!), ¿qué palabras emplear para hablar del Espíritu que es torrente de vida abundante, manantial de vida eterna y paz verdadera que nos capacita para imitar a Jesús?
Me descubrí rodeada de todos vosotros, mis hermanos, pidiendo a nuestro Padre que nos enviara su Espíritu. Mi vida no sería la misma si no os tuviera a mi lado (y mi vida me gusta mucho, la verdad). Me gusta entrar en nuestra casa, la parroquia, y veros a cada uno de vosotros, me gusta el calor con que me acogéis y el amor que me regaláis. Es cierto que a veces hablamos diferentes lenguas y eso hace que no nos entendamos, que nos distanciemos, nos separemos, que la comunión no reine entre nosotros…., pero a pesar de nuestras debilidades y pecados, estos dos días he sentido que Pentecostés es la fiesta del aire nuevo, del viento impetuoso que viene de arriba para barrer, purificar y oxigenar nuestras vidas. Pentecostés es día de fuego, de transmisión de calorías de fe y esperanza a nuestros fríos corazones. Pentecostés es tiempo de comunicación con palabras auténticas de amor y de perdón.
Doy gracias a nuestro Dios y Señor por este gran don de su Espíritu, por regalarme unos hermanos como vosotros con los que caminar y vivir mi fe, por guiar los avatares de mi vida hasta conducirme a esta parroquia de Madre de Dios donde me encuentro con Él y con vosotros.
Me gustaría terminar estas líneas con una breve parte de la Secuencia que hemos leído estos dos días: “Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta
en los duelos”. Que el Espíritu Santo encienda en nuestros corazones la llama de su amor. ¡Aleluya!

Mamen Casas