martes, 23 de febrero de 2016

La ficción

«Aleja de mí falsedad y mentira; no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan» (Prov 30,8)

Algo de esto tiene el carnaval. Es una especie de apoteosis del sueño, de la quimera, del espejismo. En carnaval no hay más que la fachada que uno quiere mostrar. El estruendo tapa todos los matices. Es una curiosa metáfora de cómo a veces puedo vivir.


Me disfrazo de fuerte, cuando me sé vulnerable. Aparento ser duro aunque esté quebrado por dentro. La palabra cortés me evita hablar a fondo. Oculto los ratos muertos, las inquietudes cotidianas, las desazones o las heridas. O enmascaro los miedos con proyectos inacabables.

Supongo que a veces uno tiene derecho a ser prudente en lo que muestra y lo que no. Pero es importante abrir puertas, cuantas más mejor, para poder compartir toda esa vida que va por dentro.

¿Qué cosas no dejo ver nunca?
¿Es prudencia, es opción, es rutina o inercia?
¿Hay máscaras en mi vida?
¿Quién me conoce en verdad?

pastoralsj.org