viernes, 15 de mayo de 2015

Cuatro cosas bien dichas


En el anterior post sobre la instrucción pastoral Iglesia, servidora de los pobres, me centraba en la primera parte del documento, dedicado a ver la realidad social desde la óptica de las personas y grupos empobrecidos. No hubo espacio para referirnos a otras cuestiones allí mencionadas, como la corrupción o el empobrecimiento espiritual. Este post se centra en la segunda sección, titulada “Factores que explican esta situación”.
Pero, antes de ello, digamos una palabra sobre el método. De manera clara, pero también original, los obispos españoles siguen el ya clásico método de ver-juzgar-actuar. Ahora bien, como dijo el Nuncio Renzo Fratini, "no miramos la pobreza con ojos de sociólogo, o de una ideología concreta". Es decir, la fase del ver no se limita a la mediación socio-analítica, como el mismo Clodovis Boff señaló en su día; el ver nace de la mirada contemplativa, la de la vida cotidiana, de la cercanía a las víctimas de la exclusión y la inequidad. Esto es lo que hace la primera sección del documento, que ya hemos comentado. 

Dicho esto, hay cuatro factores que explican, desde la perspectiva de los obispos, nuestra situación actual. Son cuatro elementos entrelazados: el olvido del ser humano como centro de la sociedad, la cultura de lo inmediato, un modelo centrado en la economía y la idolatría de la lógica mercantil. Si quisiéramos citar al filósofo Jürgen Habermas, podríamos decir que, primero, se han desacoplado el ‘mundo de la vida’ y los sistemas; y, segundo, que el subsistema económico ha colonizado al resto de la realidad.
[1] En el fondo de la crisis económica descubrimos una crisis antropológica. Y esto tiene al menos dos tipos de consecuencias. Por un lado, si nos olvidamos que la persona es lo primero, muchas personas acaban siendo expulsadas, despreciadas, descartadas. Pero, al mismo tiempo, sabemos que el ser humano “no puede ser considerado como un simple consumidor” sino que “tiene necesidades más amplias”. Cuando hablamos de recuperar una sociedad justa e inclusiva “para todas las personas  y para toda la persona”, nos referimos a superar este doble efecto.
[2] El segundo factor explicativo es el predominio de la técnica y la cultura de lo inmediato. Nos hemos acostumbrado a un modo de funcionar en el que basta con echar unas monedas en una máquina para de de inmediato caiga una bolsa de patatas o una lata de refresco. Los avances técnicos son positivos, sin duda, pero podemos olvidar que las relaciones humanas son más complejas, más lentas y más valiosas que las máquinas.Por eso se hace necesario “un fortalecimiento moral de nuestros ciudadanos”.
[3] El título del tercer elemento es “un modelo basado en la economía” pero, en realidad, se refiere más bien a una determinada economía que está “basada exclusivamente en la lógica del crecimiento” y que no funciona correctamente al servicio de las personas. Vemos que, al menos en España, “en época de recesión, se acrecienta la pobreza, sin que llegue a recuperarse en la misma medida en épocas expansivas”. Por lo tanto, señalan los obispos,  “es el modelo mismo el que corresponde revisar”.
[4] Finalmente, el documento episcopal denuncia la idolatría de la lógica mercantil, “la nueva versión del antiguo becerro de oro, el fetichismo del dinero, la dictadura de una economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como toda realidad idolátrica, también esta exige víctimas y así lo ha puesto de manifiesto, de modo dramático, la crisis que sufrimos. Por todo ello, corresponde al conjunto de la comunidad política orientar la actividad económica al servicio del bien común y, concretamente, “restablecer la justicia mediante la redistribución”. 

Daniel Izuzquiza

Extraído de entreparentesis.org