Las hormigas, pequeños insectos frágiles e insignificantes, nos
sorprenden con su poderosa fuerza cuando a veces llevan a sus espaldas
pesos más grandes en volumen que ellas mismas.
La fortaleza a veces no la manifestamos exteriormente pero la vivimos
por dentro de tal forma que cuando es necesario hacer uso de ella sale
sin forzarla.
La fortaleza no depende de las circunstancias, ni depende de lo que nos
rodea... la fortaleza vive dentro de nosotros y es la que acompaña cada
momento de nuestra vida protegiéndonos de aquello que a veces nos
amenaza.
La profundidad de vida, la fe, la interioridad es el mejor hogar en el
que se refugia nuestra fortaleza porque allí crece, madura y se duplica.
Dios nos da una fuerza que ni siquiera nosotros conocemos pero sabemos
que existe y, comprobamos que existe sobre todo en los avatares de
nuestra vida.
Encar_AM
Extraído de reflejos de luz