martes, 27 de enero de 2015

La fuerza se realiza en la debilidad

«Llevamos este tesoro en vasijas de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Apretados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes la muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo...» (2 Cor 4, 7-10)

No es más fuerte quien no llora, o quien no tiembla, o quien no vacila. No es más fuerte quien más grita o quien menos duda. No es más fuerte quien golpea con más contundencia. 

Es fuerte quien está dispuesto a arriesgarse, aunque en el camino el corazón se le atraviese una y mil veces. Quien se atreve a hablar en tiempos de silencio. A ser tenido por idiota por aventurarse a amar sin medida. 

Porque quien así vive y actúa no tendrá mucho descanso, pero sí una vida intensa, y apasionante, y apurará la humanidad en sí mismo y en los otros.
Le pido a Dios que me enseñe a arriesgarme. 
Que no me deje refugiarme en terrenos seguros, en espacios cómodos y fáciles. Que me ayude a sonreír cuando la vida me pueda, a cantar aun cuando el corazón solloza, que en mi debilidad me haga fuerte.

Extraído de pastoralsj.org