miércoles, 28 de enero de 2015

Caminar en medio de la tormenta

«Este día, al atardecer, les dice: pasemos a la otra orilla. Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se inundaba. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Él, habiéndose despertado, increpó al viento y le dijo al mar: ¡Calla, enmudece! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: ¿Por qué tenéis tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Mc 4, 35-41)

¿Alguna vez has caminado en medio de la tormenta? Cuando el viento se hace incómodo. Cuando la lluvia te cala hasta los huesos y el alma. Cuando cada paso supone un esfuerzo. Cuando muy lejos, en el horizonte, en el tiempo, suspiras por el calor del lugar seguro... 

Sólo si has pasado por el vendaval puedes apreciar en todos sus matices la calma. Sólo si te has visto superar las condiciones adversas eres consciente de todo lo que puedes llegar a hacer. Sólo entonces estás preparado para comprometerte con tantas causas que te van a arrojar en medio de torbellinos. 

Pero no idealices las tormentas: el corazón estará frío, los pies cansados, el espíritu abatido, el sentido escondido. Aun así, sigue adelante. Con la guía de quien es calma en la tormenta, luz en la oscuridad, paz en la guerra. Sigue adelante.

Releo la escena despacio, intentando imaginarla.      
Me veo como los discípulos, en las horas de zozobra.  
Le pido a Dios fuerza para caminar siempre.            
Le pido a Dios valor para afrontar los retos.               
Le pido a Dios fe cuando todo es oscuro.                    

Extraído de pastoralsj.org