lunes, 20 de octubre de 2014

Contemplativos... en el "fracaso"...

Si el título de este post os parece exagerado o improcedente, leed, por favor, Lucas 5,5 y siguientes (“hemos bregado toda la noche y no hemos sacado nada”) o Juan 21,3 y siguientes (“aquella noche no pescaron nada”). Tras una experiencia de fracaso, los discípulos encuentran a Jesús que les abre nuevas perspectivas de vida.
En la vida, todos tenemos alguna vez “fracasos” pequeños o grandes: esfuerzos que no compensan y nos dejan sensación de inutilidad; planes y proyectos preparados con ilusión y cuidado que, sin embargo, salen mal o se frustran, a veces por cuestiones muy nimias; relaciones personales por las que hemos apostado a fondo y que no llegan a cuajar o que acaban en decepción…
Es muy importante aprender a situarnos en esas circunstancias de fracaso, vivirlas adecuadamente. Y a eso llamo ser contemplativos en el fracaso. Cuando nos viene esa experiencia nos hundimos y desmoralizamos; o nos culpabilizamos buscando incluso culpas que no existen; o nos desanimamos y nos paralizamos… La propuesta es no quedarnos mirando y remirando hacia nosotros mismos, sino mirar hacia fuera, y mirarle a El (que eso es “contemplar”).
Los “fracasos”, como nos relatan esos textos evangélicos que os he citado, pueden abrirnos a la llamada del Señor, que se hace presente en los momentos más duros de nuestra vida, y nos da nuevas perspectivas, nuevos horizontes, nuevas llamadas… La vida de San Ignacio está marcada por situaciones de este tipo: fracasa su carrera militar, fracasa su plan de quedarse en Jerusalén, fracasan sus primeros grupos de compañeros… Pero tras cada fracaso Ignacio es capaz de preguntarse: “Señor, ¿qué quieres de mí?” Quizá también nosotros somos llamados a  hacernos esta pregunta en los momentos en los que parece que todo nuestro horizonte se nubla…
Darío Mollá sj

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