sábado, 25 de octubre de 2014

Comentario Evangelio del domingo 26 de octubre (30 tiempo ordinario, ciclo A)

Continuamos leyendo a Mateo siguiendo el texto del domingo anterior, Jesús dialogando en Jerusalén con los fariseos en el contexto de la creciente oposición entre Jesús y los dirigentes judíos.

En esta ocasión el diálogo se debate sobre la jerarquía de leyes, preceptos y valores en la práctica de la vida religiosa de un judío.

Y para ello la pregunta es obvia: ¿cuál es el valor o la actitud o la ley fundamental para vivir como fiel creyente de Yavéh?

¿Por qué se hace esta pregunta a Jesús?

Porque en primer lugar, en los textos bíblicos, en la Torá hay multitud de preceptos, obligaciones, normas y hay riesgo de perderse sin descubrir lo fundamental.

A lo largo de la historia de Israel habían hecho un catálogo enorme de preceptos y reglas religiosas y entonces lo fundamental se les ocultaba.

La mentalidad de lo fariseos era de rigorismo: querían hacer la voluntad de Yavé con certeza y entonces ponían el esfuerzo en el cumplimiento estricto de preceptos y normas. Las normas regulan sobre todo lo externo. Con el cumplimiento externo justificaban su conciencia interna. Y aquí reside el núcleo del problema: legalismo heterónomo o teonomía autónoma.

Nosotros tenemos en el código de Derecho canónico 1752 preceptos.

El canon 1752 termina diciendo "...guardando la equidad canónica y teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema de la Iglesia."

Hay una mentalidad que piensa que cuantas más normas escritas haya, mejor.

Hay otra mentalidad que piensa que hay costumbres que no hace falta que están escritas y que sólo se escriban las necesarias, pero que se cumplan.

Nosotros también corremos el riesgo, para hacer más fácil nuestra vida religiosa, de quedarnos en la superficie y en el cumplimiento de normas exteriores.

Lo fundamental de la vida humana es el crecimiento interior en amor y entrega. La maduración del ser humano va en la línea de la mayor humanización, de vivir actitudes interiores: aceptación y paz consigo mismo, relaciones humanas de empatía y solidaridad.

Y cuando se vive en autenticidad se da testimonio sin pretenderlo. Y esa es la mejor evangelización.

Marcelino Sánchez sj