miércoles, 12 de marzo de 2014

Dando gracias al Señor por tanto bien recibido


“LA 440”
«la 440» es el nombre que se le da coloquialmente al sonido que produce una vibración a 440 Hz y sirve como estándar de referencia para afinar la altura musical. La altura en música es la cualidad que diferencia un sonido agudo de un sonido grave. Depende de la frecuencia del sonido, que es la que determina el nombre de las notas.

Los que tenemos unos años, no podemos por menos que mirar atrás en nuestra historia de vida. A veces nos sorprendemos echando un vistazo a ese camino que iniciamos (sin tener conciencia) con nuestro bautismo, por donde Dios quiso que anduviésemos.

Esa historia, repleta de recuerdos, experiencias y manos amigas que conformaron lo que hoy somos para bien y para mal y que nos sirve para tomar impulso hacia el futuro a través de lo que vivimos hoy, de nuestro presente.

A raíz de la publicación en algunos medios de comunicación de la marcha de la Compañía de Jesús de la Parroquia de Madre de Dios, no pude evitar hacer una inmersión en el pasado para hacer un breve cálculo cuyo resultado es: 440 años y recordar que la presencia de los jesuitas en Jerez se remonta a 1574, primero en unas casas de la calle Francos, posteriormente en el hospital de San José. Al crearse la Provincia jesuita de Andalucía en 1554 existía sólo el colegio de Córdoba. En 1580 se separan la casa profesa y el colegio San Hermenegildo de Sevilla y en 1583 comienza la residencia de Jerez de la Frontera, que se convertirá en colegio el 1594, para en 1603 levantar el primitivo templo de Santa de Ana de la calle Compañía que ardió en 1679, siendo posteriormente reconstruido en 1704 donde, salvando el periodo de expulsión, permaneció La Compañía hasta su traslado a Madre de Dios cuando, en comunión con los nuevos aires conciliares, los jesuitas de la Residencia – Iglesia de San Ignacio, pidieron trabajar en la periferia y de esta manera poder servir mejor a las familias más necesitadas. Esto fue allá por el año 1973.

Existe alguna anécdota que nos habla del tremendo impulso que La Compañía en aquellos primeros años imprimía a las sociedades en las que se insertaba. Como nos cuenta con gracejo el historiador Manuel Romero Bejarano a propósito de los patronos que fueron de Jerez y luego dejaron de serlo:

A finales del siglo XVI Jerez era una ciudad llena de conventos. Tal era la saturación de frailes y monjas que la llegada de una nueva orden religiosa provocaba la protesta (en muchos casos violenta) de los monasterios ya establecidos. Unos de los últimos en afincarse en la ciudad fueron los jesuitas, quienes acabaron pos establecerse junto a la parroquia de San Marcos. Con el fin de atraer fieles (o lo que es lo mismo, limosnas), los miembros de la Compañía de Jesús iniciaron una campaña a finales del XVI para rescatar del olvido a tres mártires de los primeros tiempos del cristianismo que habían muerto por defender su religión en Asta, ciudad que algunos autores habían identificado con Asta Regia.

Una vez que el Ayuntamiento conoció la noticia, escribió una carta al papa Clemente VIII, quien ordenó al arzobispo de Sevilla abrir una investigación sobre la veracidad de la historia. El 16 de octubre de 1603 se autorizaba el culto a los mártires y poco más tarde se esculpieron sus imágenes, colocándose (con gran fiesta) en la iglesia del Colegio de la Compañía que a partir de entonces pasó a llamarse Santa Ana de los Mártires. Por si fuera poco, Honorio, Eutiquio y Esteban fueron nombrados patrones de Jerez. En 1617, por encargo municipal, el padre Martín Roa escribió la hagiografía de nuestros bizarros amigos.

En efecto, durante largos años Jerez veneró como sus patrones a los Mártires de Asta con sus misas solemnes y una procesión general que se celebraba cada 24 de noviembre. Pero dos hechos vinieron a mandar a su sitio a quienes nada tenían que ver con la ciudad. En primer lugar, a comienzos del XVIII San Dionisio (en cuya festividad se conquistó Jerez a los musulmanes) desplazó del patronato a los mártires. Pero lo más grave estaba por llegar. En 1747 el padre Enrique Flórez publicaba la primera parte de La España Sagrada, donde desmontaba el tocomocho de los héroes jerezanos. Según el Martirologio Romano, los santos fueron martirizados en Asti (Italia) y no Asta (camino de Trebujena City)

Hoy la memoria de Honorio, Eutiquio y Esteban sólo queda en el primitivo retablo del Colegio de la Compañía (hoy en San Dionisio) y en el de San Pedro de la Catedral, donde están representados, además de en una calle denominada San Honorio, que alinda con lo que algún día (Dios mediante) será la Ciudad del Flamenco. Y por supuesto, en el corazón de los amigos de lo bizarro, quienes aún celebramos cada 24 de noviembre su fiesta en privado.

Han pasado 440 años, casi enmarcados entre un Concilio (Trento) y otro Concilio (Vaticano II). Una cifra casi redonda que compendia la suma de muchas vidas entregadas que han acompañado el devenir del Pueblo de Dios en Jerez y han acompañado nuestro camino a pie descalzo a lo largo de una historia compartida en esta Diócesis de Asidonia – Jerez.

Hoy somos los Laicos, los que hemos bebido de la Espiritualidad Ignaciana quienes en comunión con nuestra Diócesis y nuestro Obispo José, hemos de recoger con serenidad y con memoria agradecida el testigo de Ignacio y sus compañeros, dando gracias al Señor por tanto bien recibido a lo largo de estos 440 años, para seguir encarnando el espíritu de Ignacio, el Evangelio en la vida de esta Parroquia de Madre de Dios. Lugar de fronteras, lugar inmanente más allá de unos muros donde la precariedad asoma en cada esquina, lugar donde El Señor se hace presente con generosidad a través del esfuerzo de cada uno de los parroquianos que levantan el día a día para contribuir a un mundo justo y solidario preguntándose ¿Qué hemos hecho por Cristo? ¿Qué hacemos por Cristo? ¿Qué debemos hacer por Cristo?
Somos el reflejo de esa vibración Jesuítica que hace afinar la altura musical. La melodía de Ignacio. La música de Dios. “La 440”.

Manuel J. Ortega - CVX Madre de Dios