“LA 440”
«la
440» es el nombre que se le
da coloquialmente al sonido
que produce una vibración
a 440 Hz
y sirve como estándar de referencia para afinar la altura
musical. La altura
en música
es la cualidad que diferencia un sonido
agudo de un
sonido
grave. Depende
de la frecuencia
del sonido, que es la que determina el nombre de las notas.
Los que tenemos unos
años, no podemos por menos que mirar atrás en nuestra historia de
vida. A veces nos sorprendemos echando un vistazo a ese camino que
iniciamos (sin tener conciencia) con nuestro bautismo, por donde Dios
quiso que anduviésemos.
Esa historia, repleta de
recuerdos, experiencias y manos amigas que conformaron lo que hoy
somos para bien y para mal y que nos sirve para tomar impulso hacia
el futuro a través de lo que vivimos hoy, de nuestro presente.
A raíz de la publicación
en algunos medios de comunicación de la marcha de la Compañía de
Jesús de la Parroquia de Madre de Dios, no pude evitar hacer una
inmersión en el pasado para hacer un breve cálculo cuyo resultado
es: 440 años y recordar que la
presencia de los jesuitas en Jerez se remonta a 1574, primero en unas
casas de la calle Francos, posteriormente en el hospital de San José.
Al crearse la Provincia jesuita de Andalucía en 1554 existía sólo
el colegio de Córdoba. En 1580 se separan la casa profesa y el
colegio San Hermenegildo de Sevilla y en 1583 comienza la residencia
de Jerez de la Frontera, que se convertirá en colegio el 1594, para
en 1603 levantar el primitivo templo de Santa
de Ana de la calle Compañía que ardió en 1679, siendo
posteriormente reconstruido en 1704 donde, salvando el periodo de
expulsión, permaneció La Compañía hasta su traslado a Madre de
Dios cuando, en comunión con los nuevos aires conciliares, los
jesuitas de la Residencia – Iglesia de San Ignacio, pidieron
trabajar en la periferia y de esta manera poder servir mejor a las
familias más necesitadas. Esto fue allá por el año 1973.
Existe alguna anécdota
que nos habla del tremendo impulso que La Compañía en aquellos
primeros años imprimía a las sociedades en las que se insertaba.
Como nos cuenta con gracejo el historiador Manuel Romero Bejarano a
propósito de los patronos que fueron de Jerez y luego dejaron de
serlo:
A
finales del siglo XVI Jerez era una ciudad llena de conventos. Tal
era la saturación de frailes y monjas que la llegada de una nueva
orden religiosa provocaba la protesta (en muchos casos violenta) de
los monasterios ya establecidos. Unos de los últimos en afincarse en
la ciudad fueron los jesuitas, quienes acabaron pos establecerse
junto a la parroquia de San Marcos. Con el fin de atraer fieles (o lo
que es lo mismo, limosnas), los miembros de la Compañía de Jesús
iniciaron una campaña a finales del XVI para rescatar del olvido a
tres mártires de los primeros tiempos del cristianismo que habían
muerto por defender su religión en Asta, ciudad que algunos autores
habían identificado con Asta Regia.
Una
vez que el Ayuntamiento conoció la noticia, escribió una carta al
papa Clemente VIII, quien ordenó al arzobispo de Sevilla abrir una
investigación sobre la veracidad de la historia. El 16 de octubre de
1603 se autorizaba el culto a los mártires y poco más tarde se
esculpieron sus imágenes, colocándose (con gran fiesta) en la
iglesia del Colegio de la Compañía que a partir de entonces pasó a
llamarse Santa Ana de los Mártires. Por si fuera poco, Honorio,
Eutiquio y Esteban fueron nombrados
patrones de Jerez. En 1617, por encargo municipal, el padre Martín
Roa escribió la hagiografía de nuestros bizarros amigos.
En
efecto, durante largos años Jerez veneró como sus patrones a los
Mártires de Asta con sus misas solemnes y una procesión general que
se celebraba cada 24 de noviembre. Pero dos hechos vinieron a mandar
a su sitio a quienes nada tenían que ver con la ciudad. En primer
lugar, a comienzos del XVIII San Dionisio (en cuya festividad se
conquistó Jerez a los musulmanes) desplazó del patronato a los
mártires. Pero lo más grave estaba por llegar. En 1747 el padre
Enrique Flórez publicaba la primera parte de La España Sagrada,
donde desmontaba el tocomocho de los héroes jerezanos. Según
el Martirologio Romano, los santos fueron martirizados en Asti
(Italia) y no Asta (camino de Trebujena City)
Hoy
la memoria de Honorio, Eutiquio y Esteban
sólo queda en el primitivo retablo del Colegio de la Compañía (hoy
en San Dionisio) y en el de San Pedro de la Catedral, donde están
representados, además de en una calle denominada San Honorio, que
alinda con lo que algún día (Dios mediante) será la Ciudad del
Flamenco. Y por supuesto, en el corazón de los amigos de lo bizarro,
quienes aún celebramos cada 24 de noviembre su fiesta en privado.
Han pasado 440 años,
casi enmarcados entre un Concilio (Trento) y otro Concilio (Vaticano
II). Una cifra casi redonda que compendia la suma de muchas vidas
entregadas que han acompañado el devenir del Pueblo de Dios en Jerez
y han acompañado nuestro camino a pie descalzo a lo largo de una
historia compartida en esta Diócesis de Asidonia – Jerez.
Hoy somos los Laicos, los
que hemos bebido de la Espiritualidad Ignaciana quienes en comunión
con nuestra Diócesis y nuestro Obispo José, hemos de recoger con
serenidad y con memoria agradecida el testigo de Ignacio y sus
compañeros, dando gracias al Señor por tanto
bien recibido a lo largo de estos 440 años, para seguir
encarnando el espíritu de Ignacio, el Evangelio en la vida de esta
Parroquia de Madre de Dios. Lugar de fronteras, lugar inmanente más
allá de unos muros donde la precariedad asoma en cada esquina, lugar
donde El Señor se hace presente con generosidad a través del
esfuerzo de cada uno de los parroquianos que levantan el día a día
para contribuir a un mundo justo y solidario preguntándose ¿Qué
hemos hecho por Cristo? ¿Qué hacemos por Cristo? ¿Qué debemos
hacer por Cristo?
Somos el reflejo de esa
vibración Jesuítica que hace afinar la altura musical. La melodía
de Ignacio. La música de Dios. “La 440”.
Manuel J. Ortega - CVX Madre de Dios