viernes, 26 de julio de 2013

Descansar, Con los ojos abiertos


«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8)

Los ojos abiertos, y los sentidos alerta. No hay que mitificar lo novedoso, del mismo modo que no debemos minusvalorar la vida cotidiana; pero lo cierto es que el cambio de actividad, de rutinas, de ritmos y tal vez incluso de preocupaciones nos brinda una oportunidad grande. El estudiante, por unas semanas, aparca los libros. El trabajador se aleja de la oficina, la fábrica o el taller. Los horarios se suavizan. El profesor descansa de sus alumnos (y viceversa). Y al abrirse a espacios nuevos surge la posibilidad de recuperar la atención por las cosas que normalmente están arrinconadas por la prisa, la urgencia o la tarea.

En este contexto, le pido a Dios que me ayude, en mi verano, a dejarme cautivar por las cosas importantes. Que me deje dedicar tiempos de calidad a los míos. Que me acompañe la risa profunda, y el descanso verdaderamente lo sea. Le pido a Dios que venga conmigo en este tiempo, como compañero, amigo, guía… en las horas de reposo. 
Extraído de Pastoralsj.org