-Recuperar la alegría y el amor. El camino iniciado por Jesús no se extingue en el esfuerzo o en el sufrimiento, sino que se prolonga la coherencia también cuando se vive desde el gozo y la entrega, cuando se celebra y se comparte en comunidad.
-Renovar mi mirada. Esta vez voy a intentar mirar menos objetos y edificios y voy a mirarme más a los ojos, para descubrir cómo miro. En el Evangelio numerosas veces se habla de la mirada de Jesús. Esa mirada llena de compasión y misericordia, que sanaba y que transformaba, ¿Cómo puedo aprender a vivir desde “esa mirada” tierna y confiada que sana?
-Aprender a compartir. Jesús opta siempre por los pobres y necesitados. Se vuelca con ellos. No puede bastarnos con no hacer nada malo, quizá debamos plantearnos qué podemos hacer en positivo, cómo acoger, servir y compartir más en estos días, que no van a ser de veraneo para todos...
Así cuando vuelva de mis vacaciones, aunque todo siga aparentemente igual, habré buscado encontrarme conmigo mismo y con los caminos que llevan a Dios. Aunque haya prisa y agobios, exceso de actividades, presiones y ruidos a mi alrededor, quizá pueda volver a la rutina con un corazón sosegado, teniendo más claro lo que da sentido a mi vida, lo que busca mi corazón. Para que aunque tenga que volver a mis tareas rutinarias, intente hacerlas mejor, sintiéndome conectando con Jesús y dejándome guiar por Él.
En definitiva, aprender a conocer más a Jesús, pero ese "conocimiento interno" del que nos habló san Ignacio, que va más allá de la razón, e incluso del corazón...
Extraído de tallerdeoracionpersonal.blogspot.com.es