Comienza 2021, un nuevo tiempo “de gracia” para darnos cuenta una vez más de la presencia de Dios, que se empeña de continuo en santificar el tiempo de nuestra vida con su amor providente siempre actuando en favor nuestro.
Dejamos atrás un año muy duro, muy difícil, y encaramos uno nuevo, insospechado, pero que queremos llenar de esperanza. No caminamos solos, caminamos con Dios que es Emmanuel: “Dios con nosotros”. Es el misterio que llevamos celebrando ocho días como si fuera uno solo, con júbilo, alabanza y fiesta en el Señor. Hoy, en la Octava de la Navidad, la Liturgia nos muestra de nuevo este misterio de Amor para contemplarlo desde la “Madre” que lo ha hecho posible, modelo de acogida de este acontecimiento de Vida y Salvación, iniciativa del Dios que nunca abandona la obra de sus manos. Dios, nacido de Mujer… para rescatarnos… Piel con piel, carne de nuestra carne, para modelar de nuevo el barro amado salido de sus manos.
Desde Santa María, la Madre de Dios, contemplamos hoy el Misterio central del nacimiento del Verbo, “en la humildad de nuestra carne”, con el deseo de hacerlo nuestro como Ella: con una admiración y una acogida tal capaces de que, igualmente, “tome cuerpo” en nosotros. Son las notas del verdadero creyente: admiración y acogida. Son las notas de la fe que brilla singularmente en la que es Madre de Dios y madre nuestra por extensión. A la sombra de su maternidad, de su tierna intercesión y cuidado, vivamos este nuevo año. La belleza y la hermosura de esta maternidad divina de María nos presenta de nuevo el corazón del Evangelio: Dios es un misterio de amor y bondad infinita. No olvidamos que hoy es también la Jornada Mundial de la Paz. Navidad es “paz en la tierra a los hombres en quienes Dios se complace”. Sigamos siendo testigos y constructores de esa Paz.