Aunque no nos movamos en el ámbito educativo, nuestra vida se organiza inevitablemente al ritmo del curso escolar. Septiembre es siempre época de inicios, de propósitos y de proyectos nuevos. Lo que suele ser una época de ilusión y novedad, este año se ha convertido en un tiempo de incertidumbre gracias al COVID-19. Por más escenarios y posibilidades que se tengan en mente, nadie sabe muy bien cómo va a derivar la situación. No sabemos si habrá rebrotes, “nuevas olas”, vuelta atrás en las fases de desescalada o incluso confinamiento. El futuro es incierto y nos cuesta gestionarlo.
Nuestra incapacidad para prever el futuro puede ser una oportunidad para centrarnos en el momento presente y, como dice cierto entrenador de fútbol, ir “partido a partido”. En este año tan “raro” la invitación puede ser a centrar en el aquí y el ahora todo nuestro interés, poniendo en juego nuestras capacidades, a vivir con intensidad cada situación, a volcar el corazón en cada encuentro personal que se nos regala en el hoy y a dejar el mañana, que no podemos controlar, en manos de Dios.
Ya sabía Jesús que a veces no saboreamos con hondura lo que tenemos delante, por eso nos anima diciendo: “No os preocupéis del mañana; el mañana se preocupa de sí mismo. Cada día tiene su propio afán” (Mt 6,34). Si este consejo es siempre útil, ¡cuánto más si el mañana nos resulta impredecible! Lancémonos a vivir día a día, saboreando cada momento como único y especial.
Ianire Angulo Ordorika
acompasando.org