Este año se nos vuelve a invitar a vivir el Día de la Iglesia Diocesana, la
alegría de formar parte de una familia, el Pueblo de Dios. Si leemos
las Sagradas Escrituras observamos lo que nos enseña Jesucristo:
«¿Quién es mi Madre y mis hermanos? (...) Quienes cumplen la voluntad de Dios» (cf. Mc 3, 20-35).
El papa Francisco nos dice: «Benditos aquellos que son llamados hijos de
Dios. Pero lo mejor de todo es que cada uno de nosotros, católicos bautizados, también somos hijos predilectos de Dios. Basta con cumplir su
voluntad en todo momento».
Es por ello que celebrar el Día de la Iglesia Diocesana es vivir con alegría y
esperanza ser las piedras vivas del templo de Dios, cimentado en la piedra
angular que es Cristo. Es también descubrir la responsabilidad que tenemos de ser luz en un mundo cegado por el individualismo.
Vivir el Día de la Iglesia Diocesana es mostrar que es posible una fraternidad en la que reina la entrega y el trabajo desinteresado, colaborando
en la acción pastoral y apostólica, según las posibilidades de cada cual.
Unos orando constantemente para que se extienda el reino de Dios; otros
asumiendo una responsabilidad concreta al interior de la Iglesia mediante
el servicio en la catequesis, en la liturgia, en las estructuras diocesanas o
parroquiales de asesoramiento a los pastores, en el ejercicio cristiano de
la propia profesión o trabajo, en la iluminación cristiana de la vida social y
de las estructuras que la configuran y ordenan, etc.
El Día de la Iglesia Diocesana es también un día para contemplar su misión
y sentirnos orgullosos de pertenecer a una institución que no se cansa de
trabajar por construir una sociedad mejor y de colaborar con la sociedad
civil en la construcción del bien común. De hecho, la Iglesia aporta a la sociedad española mucho más de lo que recibe.
Basta con mirar la realidad de nuestra Cáritas, los comedores sociales, las
cocinas solidarias, el trabajo con los sin techo, o la labor de tantos religiosos y religiosas con los más desfavorecidos. Al mismo tiempo, una mirada a
nuestras parroquias nos muestra que son lugares repartidos por todos los
pueblos y rincones de las ciudades en las que hay un servicio de caridad
permanente, se conserva el patrimonio, se educa en el amor y la caridad a
los niños que reciben catequesis, se ayuda a los enfermos y a las familias,
y es un lugar donde todos los que están cansados y agobiados de la vida
tienen un refugio y una fuente para vivir del agua viva que salta hasta la
vida eterna.
Por todo ello, el Día de la Iglesia Diocesana nos hace corresponsables a todos de la vida de la Iglesia, tanto del aspecto material como del espiritual.
En lo material porque son necesarias instalaciones y medios para anunciar
la Palabra de Dios en la catequesis, en la celebración de la eucaristía, en la
marcha y funcionamiento de los distintos grupos que conforman la realidad parroquial. Pero también desde lo espiritual necesitamos la colaboración del trabajo y la oración de todos.
Para que nuestra Iglesia de Asidonia-Jerez pueda ser esa gran familia de
los Hijos de Dios, os invito a colaborar con nuestra diócesis, aportando lo
que tenemos: cualidades, tiempo o dinero. Somos la familia de los hijos
de Dios, y como familia todos somos corresponsables de su labor y de su
sostenimiento.
Os agradezco de corazón vuestra entrega y vuestra generosa colaboración.
Que Dios os bendiga.
D. José Mazuelos Pérez
Obispo de Asidonia-Jerez
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