domingo, 18 de febrero de 2018

DIME CON QUIÉN ANDAS… 18 febrero – 1er CUARESMA



¡Cuántas veces nos ha salido del alma pronunciar este refrán o alguna de sus múltiples variantes…! Dime cómo vistes… dime lo que gastas… dime como sueñas… y te diré… QUIEN ERES. ¿Cuántas veces te lo han recordado reprochando algunas de tus compañías? Y es que -dicen también- que todo se pega menos la hermosura…
Parece que analizar las compañías que frecuentamos puede sernos de ayuda en la definición de lo que somos, de nuestra propia identidad, y algo de verdad hay en ello. Sabemos que las compañías de Jesús fueron de todo tipo…
En el Evangelio de hoy, por una parte, es el Espíritu quien le rodea y le empuja al desierto (que no parece el mejor sitio para pasarlo bien, precisamente). Por otra parte, ahí entra en escena Satán, el embaucador, el adversario, el que divide, el que lleva por el camino del mal… ¡es lo más alejado de lo que conocemos de Jesús! Él, el camino, Él la Verdad, la Vida, el Amor… ¡mira que andar con estas compañías…! Y esto es solo el comienzo de lo que seguirá siendo una práctica habitual en él.
En el desierto se dejará tentar por Satán… como un humano más. Antes de empezar su misión Jesús quiere ir despacio, como dice otro refrán (vísteme despacio que tengo prisa) y apuntalar bien lo que va a ser y hacer. El desierto es un crisol donde se purifican intenciones y maneras, estilo de vida y decisiones. Con esta mala compañía, la del “enemigo de natura humana”, mejor no hacer componendas porque conoce tus puntos flacos… hay que hacerle frente apoyados en la Palabra, en la experiencia, en los buenos consejos de gente sabia… y siempre estar dispuestos a la conversión, a dar la vuelta por los caminos donde esta mala compañía nos llevó y que no llevan a ninguna parte. Mejor en esta Cuaresma ponerse morado de buenas compañías, buena gente que nos ayude a ser la mejor versión de nosotros mismos. Y sin duda el más experimentado, el propio Jesús. “Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.” (Heb 4, 15-16)
equipo Acompasando