Dios Padre nos hace hermanos. El gran misterio del hermano y de la hermana es un don. Cuando uno se cree esto de verdad, entonces te duele la suerte del hermano, no hablas mal de él o de ella, te interesa lo que hace, su salud, sus iniciativas y expectativas. Somos hermanos y no terminamos de creérnoslo. Jesús quiere que nos demos cuenta de que, en la historia con nuestro hermanos, lo central es el amor.
Amor hecho perdón, reconciliación, acogida, comunidad. Amor que pasa por la corrección y por dejarse corregir, por el diálogo y la sinceridad. Amor que conduce a que los hermanos recen unidos, sueñen unidos, trabajen por los demás en comunión. Y el Padre los acoge, los abraza, los ama. La fraternidad es una preciosa expresión de las nuevas relaciones del Reino.
Es ese amor, que viene del Padre, hecho regalo por el Hijo y animado por el Espíritu, el que une el cielo con la tierra, así ya no hay un arriba y un abajo, sino comunión auténtica que no distingue separaciones sino que se afana en una hermandad que no conoce fronteras. Comunidades en salida que sostienen el mundo.
Haz, Señor, que nuestra vida fraterna se constituya por una red de relaciones que construyan la comunión y visibilicen la unidad de tu Iglesia.
Fernando Cordero, sscc.
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