La segunda parte de la Semana Santa está
constituida por el Triduo Pascual, que conmemora los últimos acontecimientos de
la vida de Jesús: Jueves Santo, Viernes Santo y Vigilia Pascual. La Cuaresma es
en realidad un retiro de cuarenta días de preparación a la celebración de la
Pascua.
En la Pascua celebramos el memorial de la
liberación salvadora (tránsito de Jesucristo de la muerte a la vida), mediante
el cual recordamos el pasado, confesamos la presencia de Dios en el presente y
anticipamos el futuro. En estricto rigor, la Pascua de Cristo es el paso «de
este mundo al Padre» (Jn 13,1). Jesús se encarna en el mundo sin perder su
condición divina. La Pascua, o Triduo Pascual, es algo más que un mero recuerdo
psicológico de los últimos días de Jesús o un aniversario de su muerte; es la
celebración cristiana -sacramental y comunitaria- de la esencia del
cristianismo (persona, acciones y palabras de Cristo en su tránsito); la
asamblea más importante de las reuniones cristianas; la conexión de nuestro
tiempo con el suceso pascual liberador; el redescubrimiento (siempre dominical
y especialmente anual) de la identidad cristiana, del ser y misión de la
Iglesia en el mundo.
El Jueves Santo
El Triduo Pascual
comienza con la misa vespertina de la Cena del Señor del Jueves Santo, día de
reconciliación, memoria de la eucaristía y pórtico de la pasión. Se celebra lo
que Jesús vivió en la cena de despedida: «Cada vez que coméis de este pan y
bebéis de esta copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva» (1
Cor 11,26).
Hasta el siglo VII, el Jueves Santo fue
día de reconciliación de pecadores públicos, sin vestigios de eucaristía
vespertina. A partir del siglo VII se introducen en este día dos eucaristías:
la matutina, para consagrar los óleos (necesarios en la vigilia), y la
vespertina, conmemoración de la cena del Señor. En la eucaristía del Jueves
Santo, la Iglesia revive la última cena de despedida de Jesús y celebra la
caridad fraterna por medio de dos gestos: uno, testimonial (el lavatorio); el
otro, sacramental (la eucaristía). Con la misa vespertina del jueves comienza
actualmente el triduo. Por eso se afirma que el Jueves Santo es «conmemoración
de la cena del Señor». Todas las lecturas de este día evocan la entrega de
Jesús, que cumple con el viejo rito de la antigua pascua (la lectura), ofrece
su cuerpo en lugar del cordero (2ª lectura) y proclama el mandamiento del
servicio (evangelio). Pero, al mismo tiempo, Jesús es entregado por Judas y
abandonado por los demás discípulos.
Se sitúan en el centro del presbiterio los
utensilios necesarios para el lavatorio: jarra con agua, jofaina y toalla. Un
símbolo importante del Jueves Santo es el lavatorio de los pies. Un canto de
caridad puede preceder o seguir a este gesto. Después podemos darnos la paz. Se
hace una catequesis adaptada a los niños presentes, sobre el sentido del
lavatorio en el que participan. En general, puede oírse en estos momentos
música clásica, polifonía o canto gregoriano. Ciertamente, el lavatorio de los
pies es un gesto extraño a nuestra cultura, pero ha sido transmitido por los
oficios de este día y significa un servicio que exige y requiere humildad. El
«monumento» podría situarse en un sitio apropiado del templo más embellecido
que de costumbre, con flores, candelabros, telas, … donde se celebrará la «hora
santa». Termina el jueves con una oración prolongada.
Este día es
también el «día del amor fraterno», en el que se celebra una jornada especial
de Cáritas, incluso la colecta está destinada a ella.
El Viernes Santo
El Viernes se
centra en el misterio de la cruz, instrumento de suplicio y de muerte (madero),
pero sinónimo de redención (árbol). En el hecho de la cruz se refleja el
sufrimiento de Cristo, como el amor que se anonada, y el juicio de Dios, junto
al pecado de la humanidad, presente en el anonadamiento de Jesús por Dios. Este
día, denominado antiguamente al modo judío parasceve (preparación), es hoy
«celebración de la Pasión del Señor». Conmemoramos la victoria sobre el pecado
y la muerte. Jesús murió el 14 de Nisán judío, que aquel año fue viernes. La
Iglesia decidió conmemorar la muerte de Cristo en viernes, y su resurrección en
domingo. La actual celebración del Viernes Santo responde a la antigua liturgia
cristiana de la palabra, tal como la describe Justino hacia el año 150:
proclamación de la palabra de Dios, seguida de aclamaciones, oración de la
asamblea por las intenciones de la comunidad y bendición de despedida. La
liturgia de la palabra, sin eucaristía, era común en Roma los miércoles y
viernes, a la hora de nona (15:00 hs), hasta el siglo VI.
La actual celebración del Viernes Santo es
austera: gira en torno a la inmolación del Señor. Por eso es día de ayuno y
abstinencia. Comienza por un rito inicial antiguo, la postración del celebrante
y de sus ayudantes en silencio. La primera lectura, denominada «Pasión según
Isaías», es el cuarto canto del siervo de Yahvé, aplicado proféticamente a
Jesús. En la segunda lectura, el siervo es el sumo sacerdote que se entrega por
los demás. El evangelio es el relato de la Pasión de San Juan, donde la cruz es
la suprema revelación del amor de Dios. Puede leerse la Pasión entre tres
personas. Sigue la oración universal, formulario romano del siglo V. Después es
adorada la cruz por el pueblo, precedida de su ostentación ante la asamblea:
«Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo». A continuación,
se adora la Cruz. Después se viste el altar, se trae la Reserva (el Santísimo)
del Jueves Santo, y rezando el Padrenuestro, se distribuye la comunión. La
celebración concluye con la comunión precedida y seguida de una oración
comunitaria y personal.
La Vigilia-Pascual
La Vigilia Pascual
es la celebración más importante del año, la culminación de la Semana Santa y
el eje de toda la vida cristiana. La Resurrección de Jesús es dato esencial de
la confesión de fe, comunicación de nueva vida e inauguración de nuevas
relaciones con Dios. Según la actual liturgia, el sábado es día de meditación y
de reposo, de paz y de descanso, sin misa ni comunión, con el altar desnudo. La
Vigilia Pascual más antigua que se conoce es del siglo III. Hacia el año 215,
según la Tradición de Hipólito, el bautismo era celebrado, con la eucaristía,
en la Vigilia Pascual. Esto se generalizó en el siglo IV. A finales de este siglo
algunas Iglesias introdujeron el lucernario pascual, que finalmente se extendió
a todas partes. A partir del siglo XII se comenzó a bendecir el fuego.
Con la noche del
sábado se inicia el tercer día del triduo. Está constituida por una larga
celebración de la palabra que acaba con la eucaristía. Se inicia el acto con
una hoguera y empieza la celebración con una monición para dar sentido a todo
el acto, que tiene cuatro partes:
a) La liturgia de
la luz (Lucernario)
Se desarrolla de
noche, fuera del templo, en torno al cirio, símbolo de Cristo, al que siguen
los bautizados con sus luminarias encendidas. Con el fuego se enciende el cirio
pascual, y con éste se encienden las velas que portan los fieles; de este modo,
se entra en procesión en la iglesia, ya preparada y adornada. El cirio
encendido evoca la resurrección de Cristo. Dentro del templo se proclama el
pregón pascual, canto de esperanza y de triunfo.
b) La liturgia de
la palabra
En esta segunda
parte se describe la historia de la salvación. Son fundamentales las lecturas
del Génesis (creación), Éxodo (liberación de Egipto), Profetas (habrá una nueva
liberación) y Evangelio (proclama de la resurrección). Se intercalan las
lecturas con salmos (a ser posible, cantados) y oraciones o noticias breves.
c) La liturgia del agua
La tercera parte
celebra el nuevo nacimiento. Se desarrolla especialmente cuando hay bautismos,
sobre todo de adultos. En el caso del bautismo de niños, los padres hacen la
petición, el presidente de la comunidad responde, se convoca a los santos en
las letanías, se bendice el agua, se exhorta a la profesión de fe y a los
compromisos cristianos y se procede al bautismo. Las promesas bautismales se
renuevan estando todos de pie, con los cirios encendidos, mediante un diálogo
que concluye con la aspersión.
d) La liturgia
eucarística
La eucaristía es
la cumbre de la vigilia. Los recién bautizados participan activamente en la
oración universal, procesión de ofrendas y comunión. La eucaristía pascual
anuncia solemnemente la muerte del Señor y proclama su resurrección en la
espera de su venida.
El acontecimiento
pascual, sacramentalmente celebrado en la eucaristía, no se reduce sólo a
Cristo y a la Iglesia, sino que tiene relación con el mundo y con la historia.
La Eucaristía Pascual es promesa de la Pascua del universo, una vez cumplida la
totalidad de la justicia que exige el reino. Todo está llamado a compartir la
Pascua del Señor, que, celebrada en comunidad, anticipa la reconciliación con
Dios y la fraternidad universal. El día pascual de la resurrección, Jesús comió
con los discípulos de Emaús y con los Once en el cenáculo. Son comidas
transitorias entre la resurrección y la venida del Espíritu. Estas comidas
expresan el perdón a los discípulos y la fe en la resurrección. Enlazan las
comidas prepascuales de Jesús con la eucaristía. Denominada «fracción del pan»
por Lucas y «cena del Señor» por Pablo, se celebraba al atardecer, a la hora de
la comida principal. Había desde el principio un servicio eucarístico (mesa del
Señor) y un servicio caritativo (mesa de los pobres). Se festejaba el «primer
día de la semana», con un ritmo celosamente guardado. Surge así la celebración
del día del Señor (pascua semanal), y poco después la celebración anual de la
Pascua.
Antonio
Luis Sánchez Álvarez,
párroco.
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