1. La cincuentena-pascual
a) La cincuentena judía
Cincuenta días después de la fiesta de la
Pascua, el pueblo judío celebraba la fiesta de las Cosechas o de las Primicias
que los campos habían producido (Ex 23,16). Esto ocurría en el tercer mes judío
(en nuestro actual mes de mayo). Análogamente, el mes de septiembre daba lugar
a la celebración de la recolección de las últimas cosechas del año, en la
fiesta de los Tabernáculos. De este modo ritualizaba el pueblo judío tres
solemnidades (Dt 16,1-7).
El Deuteronomio precisa la cincuentena
pascual (entre Pascua y Pentecostés): «Contarás siete semanas, a partir del día
en que metas la hoz en la mies contarás siete semanas, y celebrarás la Fiesta
de las Semanas en honor del Señor tu Dios» (Dt 16 9-10). Al contar siete
semanas (Lv 23,15-22) a partir del día siguiente al sábado pascual, el
Pentecostés judío cae siempre en domingo.
b) La cincuentena cristiana
«Al llegar el día de Pentecostés -dicen los
Hechos-, estaban todos reunidos en un mismo lugar» (Hch 2,1). Los apóstoles
recibieron ese día el Espíritu prometido por Jesús, y de ese modo se sella la
nueva alianza. Los signos externos (lenguas, fuego, viento impetuoso) recuerdan
las manifestaciones del Sinaí.
La relación de Pentecostés con Pascua es
evidente en la liturgia cristiana. En la Pascua se conmemora la liberación
salvadora de Jesús; Pentecostés es la comunicación de este hecho a todo el
universo y a la humanidad entera a través de los creyentes reunidos en la nueva
Iglesia. Pero la fiesta de la Pascua cristiana se prolonga, como en el
calendario judío, por espacio de cincuenta días. Es, de hecho, una octava de
domingos y una semana de semanas. Este período, denominado tiempo pascual o
cincuentena pascual, conmemora a Cristo resucitado, presente en la Iglesia, y
al Espíritu Santo, donación de la promesa del Padre. Así como la Cuaresma es
tiempo de prueba y tentación, la cincuentena es signo de perfección y de
eternidad.
2. La celebración de la cincuentena pascual
a) La octava pascual
Cuando, a finales del siglo IV, el
significado primitivo de la cincuentena pascual comenzó a decaer, se empezó a
celebrar la octava pascual, tanto en Oriente como en Occidente. El ciclo
antiguo de las siete semanas se desdobló en otro nuevo ciclo de ocho días, con
un carácter eminentemente bautismal. La octava permitía a los neófitos gustar
las delicias de su bautismo, prolongando durante una semana «el día que hizo el
Señor» (Sal 117, 24). Al principio fueron siete los días bautismales. El sábado
era el momento en que los neófitos se desprendían de los vestidos blancos
recibidos en el bautismo. Más tarde se trasladó este rito al domingo, llamado
por esta razón in albis. Los nuevos bautizados tomaban asiento entre el pueblo.
La octava se llamó alba o blanca.
El objetivo de esta semana consistía en que
los neófitos recibiesen las últimas catequesis, denominadas mistagógicas. La
octava de Pascua está, pues, en relación con la iniciación a los sacramentos de
los recién bautizados en la Vigilia Pascual.
b) Las semanas pascuales
Durante los siete domingos de Pascua, la
liturgia celebra el mensaje pascual de la resurrección del Señor, la alegría de
la Iglesia por la renacida esperanza, la vida nueva de los neófitos y la acción
del Espíritu Santo en la comunidad cristiana. Se trata, en definitiva, de
celebrar prolongadamente la Pascua. Recordemos que la fiesta principal del año
no es el Viernes Santo, sino el Domingo de Resurrección.
La reforma conciliar de la liturgia ha
restituido al tiempo pascual su significado. En las Normas universales sobre el
año litúrgico, del 21 de marzo de 1969, se dice que «los cincuenta días que van
del Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Pentecostés se celebran con
alegría y júbilo, como si se tratara de un único día de fiesta o, mejor aún, de
un gran domingo» (n. 22). En suma, el tiempo de Pascua es celebración del
misterio de la exaltación de Cristo, constituido Señor del universo y cabeza de
la humanidad. Es período de plenitud y de profundización en el bautismo
recibido o en la fe ya vivida. Es cincuentena hasta Pentecostés, en que
predomina la acción del Espíritu. Es tiempo de alegría y de banquete (sin
ayunos), en el que se canta el aleluya y en el que la comunidad se reconoce
como misterio de comunión fraternal, realizada por el Espíritu de Jesús en
forma de koinonia (comunión).
c) La liturgia pascual
Durante la Octava Pascual, las oraciones que se hacen
nos recuerdan el “hoy” del Domingo de Resurrección, ya que este día se
celebra durante los siete siguientes. También se puede hacer durante la Octava
la Secuencia de Pascua Ofrezcan los
cristianos. Además, todos los domingos es importante que se haga la
aspersión con agua bendita.
El color litúrgico es el blanco, y el de Pentecostés
el rojo (Espíritu Santo), teniendo durante este tiempo la posibilidad de otras
celebraciones en las que se respetarán el color propio. El Cirio Pascual
permanece encendido, y la antífona del Salmo responsorial puede intercambiarse
por “Aleluya”. También el Ángelus se
intercambia por el Regina cæli que
nos recuerda el cumplimiento de la Palabra de Dios en la Resurrección y en
relación a la Virgen María.
A los cuarenta días del Domingo de Resurrección se
celebra la Solemnidad de la Ascensión del Señor, previo al envío del Espíritu
Santo en Pentecostés. Este día es un jueves, pero para que las personas puedan
participar y así celebrarlo mejor, se suele hacer el Domingo Siguiente (séptimo
de Pascua).
Antonio Luis Sánchez Álvarez,
párroco.
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