- ¿Visitar a los presos?
- Sí, eso mismo. Una
obra de misericordia.
- Pero no será a todos… se
referirá a los presos que son conocidos, a los familiares…
- No.
- Entonces… a los inocentes
o injustamente encarcelados, ¿no?
- No. Se refiere a los
presos. Sin adjetivo ninguno.
- ¡¡¡Pero eso no es
lógico!!! ¿Te refieres a los que se han dado cuenta del mal que han hecho, se
han arrepentido y quieren cambiar?
- No. Me refiero a los
presos, a todos.
- ¡¡¡Pero si no se lo
merecen!!! Algo habrán hecho para estar encerrados…
- Por eso hay que
visitarlos, porque no se lo merecen…
- Eso es ilógico… No tiene
sentido.
- Sí, es ilógico… eso
es verdad, pero sí que tiene sentido, aunque no en la lógica en la que te
mueves. Precisamente por eso es “misericordia”, porque no atiende a la lógica
de los méritos y merecimientos.
- Entonces… ¿no es
visitarlos porque sean inocentes, o porque se hayan arrepentido?
- No. Es por
misericordia, por gratuidad, no por merecerlo o no; es independientemente de si
el castigo es justo o no, es independientemente de si su pecado fue muy grande
o pequeño, si tiene más motivos para estar entre rejas o menos… Esa no es la
lógica de Dios, ni la de la misericordia.
- Pufffff… Yo entiendo que
el desnudo, el hambriento, el enfermo… puedan conmover el corazón y provocar
una respuesta en su ayuda; pero ante un crimen o un delito ¿no despierta más
compasión las víctimas que los verdugos?
- Sí, claro. Pero es
que la misericordia también rompe con esa lógica.
- Creo que te entiendo… Lo
dices porque muchos presos, en el fondo, son víctimas de una sociedad y de unas
estructuras injustas que parecen no dejar otra salida para algunos marginados
que la de delinquir para sobrevivir…
- Sí, lo digo por
esos, pero no sólo por ellos. También por aquellos cuyo delito nace del propio
egoísmo, de la ira incontrolada, del mal que a veces se instala en los
corazones humanos…
- ¡¡¡Uy!!! Yo a esos no los
visito… no me sale de dentro.
- Entonces es que esos
son los más se “merecen” ser visitados, y ahí radica la verdadera misericordia,
la que muchas veces no nace de un corazón conmovido sino del esfuerzo de tener
que hacer de “tripas corazón”, pero confiando en una esperanza que no entiende
de nuestras lógicas.
- No sé… parece que esto de
visitar a los presos rompe con todas las lógicas…
- Sí, con casi todas.
Lo que pasa es que el amor tiene un lenguaje propio muy particular, capaz de
bendecir a los malditos, de acariciar a los que nadie quiere tocar, y de
visitar a quien es separado y confinado para que nadie lo visite… se lo merezca
o no.
Fonfo Alonso Lasheras sj