Es curioso cómo algunas
acciones nos llaman poderosamente la atención. Poseen como "un no sé
qué" que las convierte en hermosas, sobre todo, cuando resplandecen en
medio de la dificultad. La película "La vida es bella", por ejemplo,
nos lo muestra bien: vivir desde el corazón puede superar el horror que la
acecha. Y también Jesús, cuando en la cruz abre la puerta a la grandeza de un
perdón que parecía humanamente imposible, pero que Él hizo posible. Ése es el
perdón al que Jesús nos llama, el que resplandece en medio de la dificultad.
El perdón siempre cuesta,
aunque unas veces más que otras. Cuando me hieren y el otro es consciente, la
situación es clara y la reconciliación podrá depender del dolor que sienta.
Pero cuando la otra
persona no lo es, o su simple manera de actuar produce dolor en mí el
perdón se complica. Sin embargo, como vemos, belleza y dificultad están
llamadas a entenderse.
Perdonar comparte
frontera con verbos como aceptar, integrar y amar sin condiciones. Y esto
cuesta puesto que las resistencias a perdonar vienen a veces de no aceptar a
las otras personas como son, de juzgarlas y exigirles según nuestros propios
esquemas.
Pero éste no es el estilo
de Jesús. Él mira con cariño cuando se encuentra con alguien, antes incluso de
conocer su historia; se conmueve al descubrir la fragilidad del corazón y dice
sin reservas vete y no peques más.
Oscar Cala sj