Alimentarse es la primera necesidad que los seres humanos hemos de tener
cubierta para poder realizar todo lo demás. En una sociedad aparentemente
sobrealimentada la primera de las obras de misericordia se presentaba lejana…
sin embargo, la actual crisis económica ha traído a nuestras casas noticias de
malnutrición infantil, imágenes de personas haciendo colas en comedores
sociales y oficinas de Cáritas y otras ONGs en las que la distribución de
alimento ha cobrado lamentablemente de nuevo protagonismo.
En otras partes del mundo están demasiado acostumbrados a ver a personas
muriendo por no tener alimento. Las hambrunas se van sucediendo como las
estaciones golpeando a poblaciones enteras. Quizá esto nos duele menos por ser
realidad lejana y por lo acostumbrado que estamos a ver imágenes que quitan la
dignidad a quienes contemplamos quietos y en silencio…
Jesús se identifica con aquél que pasa hambre y nos dice que el Reino de su
Padre está abierto a aquellos que se conmueven y dan de comer al hambriento. Y
es que la misericordia es eso, sentir las miserias del otro y como consecuencia
de esa compasión ayudarlo y auxiliarlo. El Señor va más allá y Él mismo se hace
pan para darse a una humanidad necesitada de todo tipo de panes.
Dar de comer al hambriento no es dar lo que nos sobra, aunque irónicamente
entonces daríamos mucho pues necesitamos bastante poco. Se trata de ir más
allá, adecuar nuestros hábitos de consumo a las necesidades reales, no desechar
alimentos y, cómo no, dar gracias por lo que tenemos porque sólo así seremos
capaces de caer en la cuenta de que hay otros muchos que necesitan de eso que
para nosotros parece básico, el alimento diario.
Antonio Bohórquez sj