sábado, 5 de marzo de 2016

Comentario Evangelio del domingo 6 de marzo (IV Cuaresma, ciclo C) - Lc. 15,1-3.11-32

Volveré a la casa de mi padre

Esta parábola del “hijo pródigo”, o del “padre misericordioso”, solo la trae el evangelio de San Lucas. Por eso, y por alguna otra que solo viene en su evangelio, se le llama a este, el evangelio de la misericordia.
Realmente, ese padre, está lleno de misericordia, de perdón, de amor, de acogida, ante el hijo desnaturalizado, ingrato, soberbio y lleno de autosuficiencia.
No le importa al hijo, ver sufrir al padre por su marcha de casa, sin motivo alguno, que no sea su propio capricho y deseo de independencia. No le importa dilapidar la herencia llevando una vida desordenada y loca. El padre no cuenta para él. Sin embargo, en la mente del padre, está constantemente el hijo que se ausentó. Y sobre todo está en su corazón. Solo desea que vuelva. No le dirá ningún reproche, no le pedirá cuentas del dinero gastado, no le echara en cara su mal comportamiento. No. Solo abrirá sus brazos para acogerlo, para abrazarlo. Y ordenará una gran fiesta por “este hijo mío estaba muerto y ha resucitado, estaba perdido y le he hallado. El corazón del padre está lleno de misericordia, porque está lleno de perdón y de nueva acogida.

Ese es nuestro Padre-Dios. Así es. Jesús contó esta parábola para hablarnos de Dios, que tiene entrañas de misericordia. Por el contrario, vemos al hermano, que en vez de alegrarse por la vuelta de su hermano, se enfada, no lo acepta, se encara con el padre por haber sido tan bueno acogiéndolo y haciendo una fiesta. Le molesta que el Padre sea tan bueno.

El Papa Francisco ha dicho algo muy hermoso y consolador. Y muy bonito: “el nombre de Dios es “misericordia”. En la biblia, con frecuencia, el nombre suele describir a la persona, no solo quién es, sino también cómo es. Dios es misericordia y perdón, porque es Amor. San Juan dijo:”Dios es Amor”. Y el Papa dice: “Dios es Misericordia”. No dicen cosas distintas. La Misericordia es la consecuencia del Amor.

Sabiendo que Dios Padre nos espera siempre, aunque le hayamos olvidado en algunas ocasiones, lo importante es que como el hijo que se marchó de casa, acabe por volver junto al Padre.
Y si, como el hijo mayor, no hemos abandonado la casa, vivamos en ella, gocemos de la presencia y el amor del Padre, pero hagámoslo con una gran confianza.

Félix González
http://blogs.21rs.es/corazones/