miércoles, 30 de diciembre de 2015

Transformemos el mundo desde el afecto y la ternura

Mirando el mundo tal y como está no hay duda de que necesita una revolución. Necesita una revolución ecológica, política, social y económica, pero fundamentalmente necesita una revolución del afecto y la ternura. No nos podemos permitir ni un minuto más amar y amarnos tan poco y tan mal.

Nos necesitamos los unos a los otros, para sentir el calor de la estima y la amistad, para consolarnos de nuestra contingencia, para acompañarnos en nuestra soledad esencial. Nos necesitamos para sentirnos vivos, nos necesitamos para estar vivos. No hay afecto sin el otro a quien amar. El afecto se expresa con palabras, gestos, actitudes y hechos. El afecto coge a toda la persona, transforma la cabeza, el corazón y los sentidos. En el abrazo, nos abrazan; en la mirada a los ojos, nos miran; en la cordialidad, el corazón se calienta; en la caricia, nuestra piel se siente reconfortada... No hay riqueza que compre el afecto o que destierre el odio, ni hay dinero que construya la esperanza y la confianza. Es tarea de cada uno de nosotros en la desnudez de nuestra humanidad y es tarea de toda la comunidad humana, confiando, eso sí, en que en el corazón de cada hombre y cada mujer Dios ha sembrado ya la simiente del Amor. Sin afecto y ternura, sin dedicar tiempo y energía a cuidarnos, estamos externalizando costes. Lo pagan nuestro cuerpo y nuestra psicología, lo pagan los más vulnerables y los excluidos de este mundo, lo paga la naturaleza, lo pagan los niños y las niñas, las relaciones de vecindad, la familia, los amigos.


En un mundo hostil a la Vida y a la humanidad, que nos endurece el corazón y nos desintegra, reivindicamos la revolución del afecto y la ternura como punto de partida, como lentes con las que mirar el mundo y las personas. Pongamos el énfasis en esta transformación.

Extracto de reflexión de fin de año de CJ