Jesús en el evangelio nos da pistas seguras para empezar a celebrar la
nueva Cuaresma de este año 2015. Nos habla de tres maneras de actuar, o
tres medios que nos ayuden en este camino hacia la Pascua de
Resurrección: la limosna, el ayuno y la oración.
Al hablar del ayuno, no podemos circunscribirnos a la privación de
alimentos en ciertos días. El ayuno es más amplio e importante que eso.
Se trata de privarse y prescindir de aquello que no está en línea con
las orientaciones y exigencias que marca el evangelio, potenciando en
nuestra vida aquello es voluntad de Dios, especialmente el ejercicio de
la caridad, la personalización de la fe (máximo en este año), viviendo
con mayor intensidad la virtud de la esperanza cristiana.
La limosna ha sido siempre una expresión concreta del amor al prójimo.
Siempre ha sido un ejercicio cristiano. Pero en los tiempos que
corremos, de paro laboral generalizado, la urgencia es mayor. Cuando la
pobreza aumenta, el compartir se hace más necesario. Y finalmente, la
oración.
Alguien ha definido la oración como “la respiración del alma”. Nadie
puede vivir sin respirar. Así mismo, ningún cristiano puede llevar una
vida cristiana de calidad, si no reza. Tal vez, la falta de oración sea
una de las mayores causas, en una buena parte de cristianos, de la
indiferencia y de la falta de coherencia en su vida.
Con el Miércoles de Ceniza comenzamos prácticamente la Cuaresma. Jesús
tuvo su cuaresma en el retiro del desierto. A él se retiró para tratar
de ver con más claridad lo que el Padre esperaba de él. Es difícil que
Dios hable entre el bullicio, cuando tenemos la mente llena de
preocupaciones ajenas al plan de Dios. Por eso la Cuaresma debe ser un
espacio de mayor reflexión, silencio interior y discernimiento. Por eso
la conversión no depende, ni consiste, en lo que yo crea que debo hacer,
sino en lo que Dios me pide. Por eso hay que “escuchar”. Y se trata,
fundamentalmente, de llegar a celebrar la Pascua de este año, un poco
más resucitados. Habiendo vencido un poco más a los miedos, a la
desconfianza, a la falta de sensibilidad creyente. Haber vencido un poco
más a la muerte, esperando la resurrección final que nos una
definitivamente con Dios. Se trata de poner un poco más de paz y orden
en nosotros mismos, haciendo que nuestros pensamientos, nuestros deseos,
y nuestras actitudes estén más en sintonía con el evangelio, y con
mayor decisión en el seguimiento de Cristo. No es un tiempo de grandes
penitencias, ni grandes sacrificios, sino de grandes o pequeñas
superaciones de nuestras indolentes perezas para servir mejor al Reino
de Dios, en la fraternidad, la compasión, la solidaridad y la justicia.