viernes, 14 de noviembre de 2014

Una cocina de emociones y esperanzas


RESCATAR PERSONAS

Una cocina de emociones y esperanzas

FÉLIX SABORIDO MULERO
Sábado 1ro de noviembre de 2014
Publicado en alandar nº312

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Las personas participantes en el proyecto sienten que se les devuelve su dignidad.
Foto. Cáritas Parroquial Madre de Dios de Jerez
La parroquia Madre de Dios se encuentra próxima a uno de los barrios más desfavorecidos de Jerez, “La Estancia Barrera”. Las que hoy son viviendas sociales hace unos años eran casas de latas y barracones construidos con materiales de derribo. El desempleo, la droga y la delincuencia convirtieron a este barrio en zona conflictiva y marginal. Hoy la situación no ha cambiado, los mismos problemas continúan afectando a las mismas familias. La crisis económica no ha conducido al vecindario a la exclusión, porque la exclusión ya estaba instalada desde siempre.
El 81% de las familias acogidas en Cáritas parroquial Madre de Dios son procedentes de “La Estancia Barrera”. Otras instituciones de la zona reparten alimentos (asociaciones de vecinos, el Hogar San Juan, cofradías…). En una terminología más técnica podemos decir que se trata de una zona de actuación preferente y en riesgo de exclusión social. En este contexto, hace un año comenzó a funcionar un proyecto formativo y promocional llamado Cocina Autogestionada, que además pretende fomentar las relaciones interpersonales y proporcionar la comida del mediodía a todas las familias participantes.

Actuar desde lo cercano

El proyecto social Cocina Autogestionada, que desarrolla y coordina Cáritas Parroquial Madre de Dios de Jerez de la Frontera, cumplirá el 4 de noviembre el primer aniversario de funcionamiento. Nació del compromiso y la convicción de que en un mundo desigual e injusto, como es este, debemos posicionarnos y actuar en favor de las personas excluidas, pobres y desatendidas. No podemos quedarnos en incansables y repetidas conversaciones de “lo mal que va todo, la crisis que nos asfixia y el preocupante futuro que viene”. Con las herramientas, recursos y capacidades de que disponemos podemos intentar cambiar el entorno más cercano, dar pasos hacia una comunidad más justa, que integre y no rechace, que tenga en cuenta a quienes se ha apartado de la sociedad del consumo, una sociedad “líquida”, como definió Zygmunt Bauman, por ser cambiante, carente de certezas, individualista y de relaciones volátiles.

Nos planteamos, por lo tanto, una actuación local en un barrio concreto, que mejore la calidad de vida de los y las participantes y sus familias. Un proyecto que actúe desde lo cercano y partiendo de realidades concretas y necesidades ya conocidas.
El proyecto social de Cocina Autogestionada integra tres acciones preferentes: promoción-formación, almuerzo diario y relaciones interpersonales. Al ser un proyecto social va dirigido a personas en riesgo de exclusión o desprotegidas, ofreciéndoles una formación básica en cocina y desde el trabajo en equipo podrán elaborar sus propias comidas de una forma coordinada y organizada. Fruto de estas acciones son las relaciones interpersonales, los encuentros en el trabajo, llegar a acuerdos, aceptar a otras personas y alcanzar un objetivo común. En el camino se compartirán muchas risas y lágrimas, ilusiones y frustraciones.

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Desde el inicio han preparado más de 12.500 menús.
Foto. Cáritas Parroquial Madre de Dios de Jerez

Día a día

Hay datos que evidencian los resultados del proyecto: se han preparado 12.640 menús, se han recogido miles de kilos de alimentos de empresas colaboradoras, 19 personas voluntarias participan en las diferentes tareas… Sin embargo, los testimonios de agradecimiento y aprovechamiento de las familias participantes son los que te tocan el corazón y te mueven a continuar en este servicio de acompañar a otros. Algunas personas que participan nos revelan que salir de la acogida de Cáritas con la bolsa de alimento, aun siendo necesario, les causa tristeza, impotencia y sentido de la mendicidad que hay que asumir. Sin embargo, el trabajo en la cocina les devuelve la autoestima perdida, sentirse útiles, formar parte de un grupo y llevarse al final de la jornada la comida preparada por ellos y ellas mismas les hacen sentir dignidad. En otro caso, manifestaron que se sentían tratados de igual a igual y que, aun siendo pobres, no se les trataba como tales, ni sentían humillación por estar atravesando esa situación. La cocina les sirve como terapia de grupo: lloran y ríen juntas o se emocionan cuando alguien consigue un trabajo.
No todo han sido aciertos y buenas noticias, hemos tenido que afrontar momentos difíciles cuando un participante ha dejado el proyecto por sentirse aislado y rechazado por los demás o quien no cumple con sus compromisos cargando al resto del grupo con sus tareas.
La coordinación de la cocina, aspecto decisivo para el buen desarrollo del proyecto, debe navegar entre el cumplimiento de las normas fijadas y el respeto al ritmo de los participantes para asumirlas como elemento primordial. No se puede imponer aquello que no se comprende, sino que se debe convencer desde el respeto a un proceso que pretende cambiar esquemas de vida, promover iniciativas personales y devolver la esperanza en sus posibilidades. La finalidad del proyecto no es que cada día se cocinen los menús necesarios o que no falten alimentos en el almacén, sino qué cambios se han producido en los participantes y qué transformaciones han experimentado en sus vidas.

Un recurso que dinamiza

Las finalidades y fases del proyecto están redactadas y descritas anteriormente. Las personas que cocinan todas las mañanas adquieren formación y alimento diario. Se trata, por lo tanto, de un proyecto integral, que atiende a lo personal e interrelacional, promocional y asistencial, a lo individual y familiar.
El proyecto no pretende ser una escuela de hostelería, pero podrá dar nuevas salidas laborales a sus participantes. Tampoco es un granero de empresas, pero se animarán iniciativas de cocina casera a domicilio. La cocina es un recurso que dinamiza a la persona en la búsqueda de nuevas oportunidades.
Todo está planificado, pero desde una asociación de mujeres del barrio nos preguntan si podríamos impartirles un curso de cocina por la tarde. Esto nos descentra, no estaba pensado, la vecindad también quiere hacer uso de este recurso. Es entonces cuando la cocina deja de pertenecer solo al proyecto y puede convertirse en un recurso dinamizador del barrio. Sin duda, el curso se celebrará; aunque nos preguntamos: ¿hasta dónde podemos crecer?, ¿cómo podemos hacer más?
Para el presente curso hemos asumido dos retos. El primero, hacer operativa la cocina por la tarde. Ya que por las mañanas funciona el proyecto, por las tardes se podrían organizar talleres de cocina tanto para las personas participantes como para otras que quieran adquirir mayor formación o conocer cómo se elaboran nuevas recetas, pasteles… Con ello, ampliamos nuestro servicio al barrio y convertimos la cocina autogestionada en un nuevo recurso de los vecinos y vecinas.

El segundo, realizar actividades de sensibilización sobre consumo responsable, comercio justo, dieta equilibrada, café solidario… en colaboración con otras entidades que desarrollan su acción social en la zona o en Jerez. 
Sin duda alguna, la Cocina Autogestionada es un proyecto vivo, no porque esté funcionando, sino porque los sentimientos, las emociones y la realidad, tal cual es, se hace presente en la cocina desde el primer momento.