Hay
tantos caminos como caminantes. Unos avanzan mucho en poco tiempo;
otros necesitan marcar cada etapa con sosiego; los hay que equivocan
la dirección y rectifican una y otra vez; algunos se despistan para
siempre... Hay muchas formas de hacer el camino.
A
lo largo de la historia encontramos hombres y mujeres que no sólo
han sabido recorrer su propia andadura, sino que además han marcado
la ruta para que otros puedan seguirla más fácilmente detrás do
los que ven más alto y más lejos. A veces se producen
acontecimientos dolorosos -de ésos que evitaríamos si estuviese en
nuestra mano-, que se convierten en momentos de salvación dentro del
plan de Dios. Un accidente, una enfermedad, una muerte inesperada...
Lo de Iñigo de Loyola fue una herida en la batalla, una larga
convalecencia, un tiempo para reflexionar, y el arranque de un
peregrinaje interior y exterior del que nació la Compañía de Jesús
y una corriente de santidad que llega hasta nuestros días.
A
mayor gloria de Dios vivió y murió san Ignacio, y a mayor gloria de
Dios dejó
escrita en un librito, Ejercicios Espirituales, una
experiencia de vida y un camino espiritual que ha marcado a muchas
personas a lo largo de los siglos. Para unos, los Ejercicios han sido
un punto de encrucijada en el seguimiento de Jesucristo; para otros,
el inicio
de un proceso de interiorización y un estilo de vida cristiana
comprometida; para muchos suponen una pausa anual que reorienta la
vida hacia Dios, en medio de la agitación de nuestro mundo; para
algunos, el parón imprescindible ante los momentos clave de la vida.
Hay
quienes nunca se han acercado a unos Ejercicios Espirituales. Para
ellos los Ejercicios son una posibilidad, una oportunidad de buscar,
encontrar y disponerse a seguir, en la propia vida, la voluntad de
Dios. Esto, nada menos, es lo que está en su raíz y en su meta.
Acercarse
a san Ignacio de Loyola supone compartir uno de los grandes tesoros
de la espiritualidad cristiana, los Ejercicios Espirituales: un
libro, una vida.
EL
MARCO HISTÓRICO DE IGNACIO
Un
mundo apasionante
José
Mª Rambla, SJ