Las primeras comunidades cristianas se
preocuparon de diferenciar bien el bautismo de Juan que sumergía a las
gentes en las aguas del Jordán y el bautismo de Jesús que comunicaba su
Espíritu para limpiar, renovar y transformar el corazón de sus
seguidores. Sin ese Espíritu de Jesús, la Iglesia se apaga y se
extingue.
Sólo el Espíritu de Jesús puede poner más
verdad en el cristianismo actual. Solo su Espíritu nos puede conducir a
recuperar nuestra verdadera identidad, abandonando caminos que nos
desvían una y otra vez del Evangelio. Solo ese Espíritu nos puede dar
luz y fuerza para emprender la renovación que necesita hoy la Iglesia.
El Papa Francisco sabe muy bien que el
mayor obstáculo para poner en marcha una nueva etapa evangelizadora es
la mediocridad espiritual. Lo dice de manera rotunda. Desea alentar con
todas sus fuerzas una etapa “más ardiente, alegre, generosa, audaz,
llena de amor hasta el fin, y de vida contagiosa”. Pero todo será
insuficiente, “si no arde en los corazones el fuego del Espíritu”.
Por eso busca para la Iglesia de hoy
“evangelizadores con Espíritu” que se abran sin miedo a su acción y
encuentren en ese Espíritu Santo de Jesús “la fuerza para anunciar la
verdad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar,
incluso a contracorriente”.
La renovación que el Papa quiere impulsar
en el cristianismo actual no es posible “cuando la falta de una
espiritualidad profunda se traduce en pesimismo, fatalismo y
desconfianza”, o cuando nos lleva a pensar que “nada puede cambiar” y
por tanto “es inútil esforzarse”, o cuando bajamos los brazos
definitivamente, “dominados por un descontento crónico o por una acedia
que seca el alma”.
Francisco nos advierte que “a veces
perdemos el entusiasmo al olvidar que el Evangelio responde a las
necesidades más profundas de las personas”. Sin embargo no es así. El
Papa expresa con fuerza su convicción: “no es lo mismo haber conocido a
Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con él que caminar a
tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra… no es
lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo solo
con la propia razón”.
Todo esto lo hemos de descubrir por
experiencia personal en Jesús. De lo contrario, a quien no lo descubre,
“pronto le falta fuerza y pasión; y una persona que no está convencida,
entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie”. ¿No estará aquí
uno de los principales obstáculos para impulsar la renovación querida
por el Papa Francisco?
J.A. Pagola