Podemos pensar que, después de haber pasado una vida educando al Hijo de Dios, guardando todas estas cosas en su corazón, buscándole cuando se perdía, acompañándole en la pasión, estando al pie de la cruz y recogiendo su cuerpo muerto, María bien se merecía este premio de ser subida a los cielos en cuerpo y alma. Pero no, la Asunción no es un premio; es el resultado de una vida dedicada a entregarnos a su Hijo. La devoción popular entendió muy bien quién era María cuando, por su petición, el Papa la proclamó Inmaculada, la siempre llena de gracia, y ahora la ve asunta al cielo para estar junto a su Hijo, como lo estuvo en el mundo, para darnos a su Hijo, como lo hizo en el mundo. La doctrina de la Asunción fue definida como dogma por el papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950.
Evangelio diario 2013
En la Compañía de Jesús