Con
actitud de pobreza, acogida y agradecimiento, nos preparamos para
recibir el gran don de Dios que es su Espíritu, el que resucitó a
Jesús y se derrama sobre la Iglesia y sobre todo creyente para
contagiarnos de resurrección y vida.
Después
de una dinámica de movimiento en círculo y en silencio, recibimos
la inspiración del Espíritu por el olor de un perfume, descubriendo
aquellos dones que se nos dan para el servicio y edificación de la
comunidad.
Tras
el alegre y expresivo canto final del "Hay una fiesta"
tuvimos la oportunidad de compartir un chocolate y pastitas.