Éste
fue nuestro objetivo en el acto penitencial que celebramos ayer.
¿Cómo
preparanos al Adviento? Desde la gratitud por lo que uno
tiene. Desde la escucha de esas promesas de un Dios que te dice:
“vengo a tu mundo, a tu vida, a tu historia, para estar presente
ahí. Vengo a ti.”
Dios
no puede venir si no nos dejamos deslumbrar, si ya no
queda nada que nos cause asombro, si el corazón no se enternece ante
el dolor para dar a luz una vida auténtica.
Dios
no puede venir si no allanamos las colinas del odio, si no
ayudamos a construir puentes de cordialidad, si la ternura y la
sencillez no se apoderan de nuestra vida.
Dios
no puede venir si no descubrimos en nuestro interior la
otra parte que tantas veces nos falta, que completa y da sentido a
nuestras vidas como personas.
Dios
no puede venir si no percibimos la brisa de la confianza
en las noches sin luna de los cayucos que se acercan, silenciosos,
como el llanto ahogado, como el soplo del Espíritu, como la
necesidad imperiosa de vivir una nueva vida.
Dios
no puede venir si no hacemos un hueco para invocarle, para
darle gracias, para mostrarle nuestra impotencia, para gritar de
dolor, para hablar confiadamente, como con un amigo.
Después
de pasamos a la inauguración del Belén
Nuestro
agradecimiento y felicitación a los autores Antonio, Loli e Inma