Bueno
pues ésta es la última parte de este intento de compartir
"cómo es nuestra oración" a través de cuatro pautas
básicas que brotan muy a menudo en oraciones comunitarias,
Eucaristías, etc.
La
riqueza de nuestra oración no sólo se circunscribe a estas cuatro
formas, será tan rica como profunda sea nuestra relación con El
Señor.
Esta
parte de "la ofrenda" fue la oración que ayer compartimos
en Comunidad.
Cuando
preparas una Oración para compartirla en Comunidad, terminas
poniéndote en presencia de Él y orando lo mismo que luego vas a
ofrecer, a compartir.
TETRALOGIA
DEL DIALOGO CON DIOS
CAP.
IV
EL
DIÁLOGO DE LA OFRENDA
Sea puesta mi oración delante de ti como incienso, el alzar de mis manos como la ofrenda de la tarde.
Salmo 141.2
Toma, Señor, y recibe
toda mi libertad, mi
memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste,
a ti, Señor, lo torno.
Todo es tuyo.
Dispón de todo según tu
voluntad.
Dame tu amor y tu gracia,
que ésta me basta.
Tomad, Señor, y recibid… Lo ofrezco todo, no me quiero reservar nada. Libérame de mis afectos desordenados, dame conocimiento interno de tu corazón de hombre, para que más te ame y te siga.
......ésta, que encabeza muchas de nuestras oraciones, es una forma de repetir y renovar cada día la ofrenda de la vida con la que terminan los EE: Tomad, Señor, y recibid todo lo que soy, todo lo que hago, todos mis deseos, mis proyectos, mis tristezas, mis esperanzas.... te lo ofrezco. Quiero orientar mi vida sólo por ti, con el corazón desapegado. Dame la gracia de alcanzarlo.
Con la oración de Ignacio, que ya tomamos como oración de cabecera en cualquier ocasión de nuestra vida, al levantarnos, en el coche camino del trabajo, mientras esperamos a que se frian las patatas, echando mano (como alguno) de ese revistero en el cuarto de baño o cuando nos damos un paseo, en todas esas ocasiones en las que inconscientemente establecemos el diálogo con El Señor, esas micro-oraciones de la cotidianidad, estamos invitados a repetir cada día la respuesta generosa al llamamiento del Rey Eternal en cada uno de nosotros, fruto de la relación de amor y gratitud que mantenemos con El Señor.
Y
en medio de nuestra oración con el Señor, en esa relación mutua en
la que El se ofrece y nosotros nos ofrecemos,
La
ofrenda, donación y entrega:
¿
Vivimos nuestra ofrenda como donación y entrega?
La
ofrenda de uno mismo, de su persona:
¿
Nuestra ofrenda la vivimos como un signo de gratitud y, a su vez,
regalamos esa gratuidad con nuestros semejantes?
La
ofrenda a los demás, la comunicación de bienes:
¿No
ofrecemos? ¿Comunicamos nuestros bienes y dones?
Monición de
la Carta de Pablo a los Romanos
“Servir”,
en todo el Nuevo Testamento y en el ejemplo mismo de Jesús, es dar,
es darse (es ofrecerse). Es hacerse a disposición de los demás
aportando el afecto, la “empatía” que hace participar en sus
sentimientos y comunica los propios. Y es dar lo que se tiene, es
compartir. En ese sentido, el servicio afecta a todo el hombre, a
todo hombre y a todo cuanto posee el hombre.
Misión de la Iglesia: al servicio del Reino 22-08-80
Motivos
para ofrecer: Carta
de Pablo a los Romanos, Capítulo
12.
M.J.
M.J.