viernes, 9 de marzo de 2012

TETRALOGÍA DEL DIÁLOGO CON DIOS......CAP. II: PEDIR PERDÓN


"El arrepentimiento alcanza su plenitud cuando uno consigue agradecer sus propios pecados" (Anthony de Mello)

Admitámoslo: Nos cuesta trabajo pedir perdón. Nos cuesta un mundo “rebajarnos” a un estadio inferior ante nuestros semejantes por ego o por miedo social. Cosa que no pasa a menudo ante Dios. Si lo anterior es cierto, me queda el interrogante si cuando pido perdón al Señor, lo hago consciente y libremente, con la consecuencia que lleva para mi vida esa petición y el sentimiento de ser Perdonado.

EL PERDÓN, UN VIENTO DE TRES DIRECCIONES

Un viento de tres direcciones porque El Perdón, imbricado en El Amor, a mi entender es consecuencia de tres procesos:
Quien perdona todo, ha debido perdonarse todo (Antonio Porchia)
El primer proceso es el Perdón a uno mismo, el saber aceptarse como criatura del Señor con nuestras carencias, saber perdonarse. Aprender a amarse a uno mismo es el primer paso para empatizar con nuestros semejantes y, llegado el momento, amar y ser amado, perdonar y pedir perdón por nuestros errores.
El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe (William Shakespeare)
El segundo proceso es la consecuencia del primero, saber perdonar cuando somos lastimados nos debería llevar a saber pedir perdón cuando somos nosotros los que lastimamos.

El Amor de Dios y el amor al prójimo son dos hojas de una puerta que sólo pueden abrirse y cerrarse juntas.( Sören Kierkegaard)

El tercer proceso supone ponerse en presencia del Padre que ve en lo oculto y, aún con la misma dificultad con la que pedimos perdón a nuestros semejantes (porque creo que debe costarnos pedir perdón también al Padre), también a El, pedir perdón por nuestras ofensas y sentir el Amor de Dios.

CONVIÉRTETE Y CREE EN EL EVANGELIO


En este tiempo de conversión que es la Cuaresma, esta frase adquiere todo su significado cuando pedimos perdón al Padre.

Esta frase reclama una respuesta vivencial en cada uno de nosotros con las mismas palabras que el hijo pródigo: “Me levantaré e iré a la casa de mi Padre (Lc 15-18)

Exige de cada uno de nosotros el saber respetar la dignidad del hombre como la respeta Dios, amar y ser amado, perdonar y ser perdonado.

Para vivir una auténtica conversión, a la luz del evangelio, es necesario entrar en lo más profundo de nosotros mismos, en lo secreto de nuestra habitación, donde nos encontramos con nuestra verdad y con el amor incondicional del Padre, donde resuena la buena nueva del Evangelio de Jesús y donde nos topamos con nuestro pecado y la necesidad de cambiar y crecer. Sólo cuando nos atrevemos a superar la superficialidad, los egos y los miedos de los que hablaba antes, entramos en la profundidad de la conversión y experimentamos el Amor del Padre.

Para ilustrarlo he encontrado dos vídeos que pueden sernos de utilidad:



Quiere incidir en el mensaje de que la principal razón de nuestro crecimiento siempre está fuera de nosotros, en nuestro entorno, en el mundo que nos rodea y en nuestros semejantes. A ellos les debemos la restauración del daño que infligimos.

El siguiente, es un clip de la película “La Misión” que muestra de forma magistral (Robert de Niro) la experiencia del Amor de Dios en quien se convierte. Si habéis experimentado el sentimiento que muestra Rodrigo de Mendoza os sentiréis identificados.


...espero que os gusten
M.J