viernes, 30 de marzo de 2012

TETRALOGIA DEL DIALOGO CON DIOS, CAP. III - PEDIR


“Mirad los pajarillos, no siembran, ni cosechan, ni almacenas en graneros… y sin embargo , el Padre los alimenta. Mirad los lirios del campo, con tan vistosos colores. Ni el rey Salomón, con todo su fasto, podría vestirse de igual manera”.
He de pedir la gracia de hacerme indiferente a tal punto que sólo haga uso de “las cosas” en tanto sean buenas para mi salvación. Deseo dejar entrar a mi vida (personas, actitudes o cosas) sólo aquello que “me salve”.
…..estas palabras no son mías ni mucho menos, sin embargo las reconozco como propias a la hora de hablar con mi Creador y establecer un diálogo en el que la petición centra mi oración.
¿Cuántas veces hemos pedido por otros, por nosotros, por nuestro bienestar material y corporal, como medio para alejar nuestros temores humanos? Ahora que la crisis golpea con “lo que creemos” toda su dureza en nuestro primer mundo, volvemos la vista al Padre en busca de consuelo y, en cierto modo, en busca de magia y milagros.

Hacerse indiferente da lugar a utilizar la libertad que me otorga Dios y que es inherente a mi propia creación como ser humano. Es sentir la responsabilidad de ser “parte activa” en mi petición al Señor y utilizar mi inteligencia y mi conciencia para el bien personal y común como medio de Salvación. Cuando hablamos desde el Corazón lo que hacemos cada uno de nosotros es utilizar nuestra inteligencia consciente al servicio del Reino. El Corazón sólo es un símbolo pero muy poderoso y que nos implica a nosotros mismos con nuestros “valores” en el “pedir” para el bien común.

Cuando vivimos situaciones familiares difíciles pasamos de la petición material al “hágase tu voluntad” como quien cambia de vestido. Intentamos por ello, vivir torpemente nuestra petición al Señor en clave de deseo y de elección de “lo que más nos conduce para el fin que somos criados”, pero reconociéndonos débiles y angustiados en determinados momentos, agradeciendo esas lágrimas que nos enseñan el camino, y es que, como dijo Lope de Vega: “No sé yo que haya en el mundo palabras tan eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas”.

Se nos hace necesario por tanto, hacernos indiferentes poniendo todo nuestro potencial en la tarea.

En nuestra Boda, el Evangelio que se proclamó fue de una de las páginas más bonitas, tiernas y esperanzadoras del Evangelio, con la que empiezo esta reflexión, aquella en la que Jesús, para decirnos cómo tenemos que confiar en Dios, en su Providencia, en su preocupación por nosotros, habla de los pajaritos y de las flores del campo (Mt.6, 26-30).
¿Por qué nos pre-ocupamos tanto de las cosas materiales: comida, vestido…? Todo eso es necesario, y debemos procurarlo. Pero sin ansiedad, sin perder la paz. Y sobre todo, no olvidándonos de otras cosas importantes,  como es el:”buscad primero el reino de Dios y su justicia”; porque dice el Señor, que “todo lo demás se nos dará por añadidura”  (es decir: no nos fallará el Señor). Pero eso no significa que Dios nos va a traer la comida y el vestido, mientras nosotros nos cruzamos de brazos, esperando milagreramente. No. De Dios hemos recibido las facultades, la inteligencia, las manos, etc.. para procurarnos lo necesario. Y además  nos da el ánimo, las fuerzas y la ilusión para poner en práctica esas facultades y posibilidades.
MJ