¡Ay
de nosotros, los indecisos! A menudo se nos pasan los trenes y las
oportunidades, por no estar seguros, por querer guardarnos algún as
en la manga, por miedo a perder oportunidades al cerrarnos puertas.
De pequeños decidimos pocas cosas, otros -generalmente los padres-
deciden mucho por nosotros. Pero luego se van empezando a cambiar las
tornas. Y uno tiene que optar por cómo va a emplear su tiempo, si va
a estudiar -y en ese caso qué- o trabajar, si arriesga o asegura, si
se va de casa, si empieza una relación, cómo va a vivir la fe...
Tal vez acertemos o nos equivoquemos, pero perderíamos la batalla
de antemano si no somos capaces, de vez en cuando, de decidir.
Extraído de pastoralsj.org