Mi espíritu y mi corazón están alerta como los ojos del centinela. Estoy esperando. Te busco, Señor. Estoy en vela. ¡Es adviento!
Te busco en la oración y Tú me abres, Señor, como un amigo siempre presente, cuando se llama a la puerta.
Te busco en el Evangelio y Tú te acercas, Señor, como un amigo siempre presente, cuando se le pide luz para atravesar la noche.
Te busco en la Eucaristía, con mis hermanos, y por tu Palabra y tu Pan vienes a mí, Señor, como un amigo siempre dispuesto a ofrecer lo mejor que tiene.
Te buscamos cada día y te vemos, Señor, donde se siembra la alegría, donde se elimina la mentira, donde se suprime la injusticia.
Para encontrarte, Señor, ¡hay que estar en vela! Tú estás a la puerta y llamas. Llamas al espíritu y al corazón. AMÉN
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