Estás llena de la Gracia de Dios
La respuesta de María es muy espontánea, muy humilde y muy
sencilla. Sólo dice: “Hágase”. Acepta la voluntad de Dios. Si él se lo pide, ¿cómo
va a negarse? Tal vez no lo comprenda del todo (la cosa era demasiado grande);
pero la acepta, fiándose del Dios que no falla nunca.
Nosotros nos alegramos en esta fiesta, y agradecemos, también, a
Dios, esta delicadeza, en elegir una persona de nuestra carne y sangre, para
algo tan extraordinario.
Podríamos destacar muchas cosas en la Virgen María, pero hoy nos
fijaremos solamente en tres, que destacan en este adviento, que estamos
tratando de vivir. En primer lugar, la humildad con que recibió ese inmenso privilegio
de ser la Madre del Mesías, esperado desde tantos siglos antes. En segundo
lugar, la confianza en Dios, que la
hace fiarse de que Dios no la abandonará en la difícil tarea encomendada. Y
finalmente, en su sencillez durante toda
su vida, a pesar de su gran dignidad. Lo vemos, por ejemplo, en su visita a
Isabel, que estaba ya cercana a dar a luz a quien sería, después, Juan
Bautista. Va a ponerse a disposición de Isabel, para ayudarla, a pesar de
llevar ya ella, en su seno, al Hijo de Dios.
Celebremos con alegría y agradecimiento esta gran fiesta de
María, y pidámosle que nos ayude a poner en práctica esas virtudes tan
importantes, que ella vivió en la espera de la venida de su
Hijo-Dios.
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