Ayer, lunes, comenzamos el camino ordinario,
dejando atrás este tiempo navideño en el que Tú nos has revelado tu presencia,
tu nacimiento, para que con tu venida revelarnos el Amor al Padre que te envía
para anunciarnos la Buena Nueva.
Te has hecho Hombre como yo para, desde
esa humanidad como la mía, ayudarme y enseñarme el camino para resistir a la
tentación del pecado. El desierto, por el que has pasado antes de empezar el
anuncio de tu Buena Noticia de Salvación, ha sido la señal del camino que,
también nosotros, tenemos que seguir. Y necesitamos la acción del Espíritu
Santo, como Tú estabas con y en Él, para poder salir victorioso de nuestra
lucha personal.
Necesito la Iglesia. Esa Iglesia que Tú
empezaste a formar desde el principio. Gracias a todos tus apóstoles que te han
respondido, y que por ellos hemos recibido también nosotros tu Palabra y
anuncio de la Buena Noticia de Salvación. También quiero yo ser canal y
transparencia de esa Buena Noticia para que llegue a otros. Por eso, Señor,
quiero responderte y decirte que quiero seguirte como Simón, Andrés, Santiago y
Juan. Pero, dame la Gracia de tu Espíritu para, fortalecido en ella, poder
cumplir tu Voluntad.
Con estos deseos y súplicas comencemos el camino ordinario, dejando atrás el tiempo navideño.
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