Hace poco tuve la suerte de descubrir a alguien que me dijo la siguiente frase: “cuando hago música siento algo tan fuera de mí que es como si otra persona estuviera comunicándose a través de mi cuerpo, de mi respiración y, sobre todo, de mi inspiración”.
Puede que suene demasiado transcendental, puede que hasta cursi, pero me sentí tan identificada con esa sensación de libertad física y mental al realizar una actividad artística que me pareció clave para explicar lo que produce la música, lo que produce el arte, en mi opinión, en el ser humano.
La pregunta que me viene a la cabeza en nuestros días es: “en el momento de la historia que vivimos, ¿habrá mucha gente capaz de llegar a sentir esto?” Y con ello no me refiero a que todo el mundo – “viva una experiencia mística con la música y el arte”-, sino, simplemente, reflexionar sobre la falta o la necesidad de esa sensibilidad en el mundo en el que vivimos y del que formamos parte.
Hablando desde mi experiencia vital me gustaría tratar de explicar cómo ha influido haber tenido la oportunidad de crecer con la música a mi vera, con el pretencioso deseo de haceros creer firmemente en el poder del arte para sensibilizarnos, para aprender a escucharnos y a escuchar al mundo entero que no cesa de necesitarnos vivos, conscientes y empáticos.
No es algo inmediato, no es algo infalible, y ni mucho menos es el único antídoto para nuestra sociedad, pero acudiendo a la sabia escritora Concepción Arenal, digo: – “abrid escuelas y se cerrarán cárceles”. Si un niño canta, escucha resonar su cuerpo; si un niño interpreta el papel de un loco, aprende a ponerse en la piel de otro; si un niño baila, les dice adiós a sus complejos; y si un niño es capaz de plasmar su imaginación en una hoja de papel, visualiza su mente y su entorno con todo lo que eso conlleva.
Para mí todo esto nos lleva a un lugar maravilloso… Cultivar tu interior, tus sentidos y percepciones, desarrollar tu personalidad, forjar tu carácter, escuchar nuestra alma, escucharte, escucharnos… Al fin y al cabo, conocerte y saber reconocerte con el paso de los años y de las circunstancias. Y es que, a mi modo de entender, quien sabe escucharse a sí mismo, es capaz de escuchar y percibir las necesidades de nuestro mundo.
Es algo tan loco como real y actual, y muy muy difícil de expresar con palabras, pero, para los que sigan pensando que el arte no tiene estos súper poderes, os hago una pregunta: -Si realmente esto es tan efímero e intentamos que nuestros pupilos sean sensibles a estas pequeñas cosas, ¿cómo no van a ser sensibles a su gran mundo y su sociedad?
María Barajas
www.acompasando.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario