miércoles, 31 de enero de 2018

31 de enero: festividad de San Juan Bosco


UN VISIONARIO
Los salesianos tenemos como fundador a San Juan Bosco, un cura italiano que en el Turín del siglo XIX en plena industrialización, llevó adelante una sorprendente tarea educativa y de promoción profesional con los jóvenes más necesitados de su tiempo. Su pedagogía, su estilo y su forma de entender y afrontar la vida siguen siendo hoy en día fuente de inspiración en todo el mundo.
Don Bosco fue, sin duda, un hombre de acción. Dedicó sus energías a crear centros de acogida y formación (conocidos con el nombre de “oratorios”), escuelas, colegios de formación profesional y residencias para jóvenes, lugares todos ellos en donde realizar su proyecto de promoción humana, social y religiosa de los más desfavorecidos. Como culminación a su labor y con intención de perpetuarlo en el tiempo, fundó la Congregación de los Salesianos, que propagaron su visión, sus ideas y su carisma por todo el mundo.
San Juan Bosco se distingue, sobre todo, por defender y llevar a la práctica una forma muy original de entender la educación: conceptos como prevención, educación en valores, ambiente educativo o protagonismo del educando, que hoy nos resultan familiares, convirtiéndose en armas centrales de su propuesta hace más de doscientos años. Que educar no solo es cuestión de inteligencia, que el acompañamiento es un pilar básico para el crecimiento de los jóvenes o que deben atenderse todas las dimensiones de la persona en los procesos formativos son otras tantas intuiciones geniales y proféticas, que siguen hoy siendo válidas e intentan cobrar cuerpo en los colegios salesianos.

BREVE BIOGRAFÍA
Juan Bosco nace el 16 de agosto de 1815 en I Becchi, una aldea de Castelnuovo, cerca de la ciudad italiana de Turín. Quedó huérfano a los dos años y su madre, Mamá Margarita, fue la responsable de sacar adelante la casa y el cultivo de las tierras, educar a sus hijos (Antón y José, además de Juan), y de cuidar a la abuela.
Un misterioso sueño marcó la vida de Juan desde los nueve años. Su ideal fue ser sacerdote para dedicarse a los niños y a la gente joven más pobre y abandonada. Por esa gente joven trabajó y estudió desde su adolescencia. Aprendió juegos y malabarismos en las ferias de las villas para después entretener, a la vez que hacía de catequista a sus compañeros y amigos. Trabajó en varios oficios para pagarse los estudios en un seminario. Se ordenó sacerdote el 5 de junio de  1841.
Como sacerdote contempló cómo su sueño se hacía realidad desde el día de la Inmaculada de 1841, cuando se encontró con el primer niño de su obra, Bartolomé Garelli, hasta el día de su muerte, el 31 de enero de 1888. Por los niños trabajó hasta desgastarse completamente. Abrió centros juveniles, fundó escuelas profesionales y colegios, publicó artículos, folletos y libros, recorrió miles de kilómetros y escribió innumerables cartas para recaudar fondos para sus obras, fundó la Congregación Salesiana, los Cooperadores y, con María D. Mazzarello, el Instituto de la Hijas de María Auxiliadora. Existen numerosos grupos que componen lo que hoy se conoce con el nombre de “Familia Salesiana”.
Por dedicarse a educar a los jóvenes que no podían estudiar renunció a llevar una vida cómoda y tranquila, sufrió atentados y dolores que lo pusieron varias veces en peligro, las amenazas fueron frecuentes y hasta lo tomaron por loco. Una frase resume la concepción que él tenía de su trabajo:
Bienqueridos, yo os quiero con todo mi corazón y llega con que seáis jóvenes para que os quiera muchísimo.
Y esto no solo son palabras: se entregaba de tal forma con cada uno que, según lo que dicen todos los testigos, cada uno de sus jóvenes pensaba que era su predilecto.
San Juan Bosco es el santo de los jóvenes, el amigo de la gente joven. Con su sistema educativo, basado en la razón, el amor y la religión, muchos encontraron la felicidad y aprendieron a ser buenos cristianos y honrados ciudadanos.
El 1 de abril de 1934, Pio XI, tuvo la dicha de conocerlo personalmente y lo proclamó Santo. En el centenario de su muerte, Juan Pablo II lo declaró y lo proclamó “ Padre y Maestro de la juventud”.

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