
Ciertamente cuando nos encontramos cara a
cara con Dios, los rostros y las personas se transfiguran. Nuestro Sagrario se
convirtió en el monte Tabor, y las caras y el corazón de todos los que
participábamos del Oratorio expresaban la alegría del encuentro con Dios.
Nuestros niños han dado testimonio de
escucha y entrega a la Palabra. Sus caritas transmitían la ilusión y emoción
del encuentro con el amigo y la felicidad que proporciona experimentar la
relación íntima con Jesús.
Agradecemos a sor Ana que sea instrumento del Señor para propiciar el encuentro de nuestros niños con Él.