Peregrinar es mucho más que hacer deporte o vivir una aventura.
Mucho más que emprender un viaje turístico o recorrer una ruta cultural. ¿Qué
buscan quienes se ponen en camino hacia Santiago?
El camino ha sido desde muy antiguo un símbolo
empleado para significar la vida humana. Vivir es caminar, dar pasos, marchar
hacia el futuro.
Quien peregrina
largas horas fácilmente comienza a repensar su vida de peregrino por esta
tierra.
El camino es siempre marcha hacia adelante: ¿hacia
dónde? El peregrino se pone en camino por algo: ¿qué le anima a emprender la
marcha? Sin meta no hay camino sino un ir de una parte a otra vagando sin
sentido. Sólo la meta convierte el recorrido en camino. Sólo la meta da sentido
a los esfuerzos de cada día. La pregunta es inevitable: ¿cuál es la meta de la
vida?, ¿hacia dónde hemos de encaminar nuestros pasos?
Siempre se emprende el camino con esperanza y
cierto temor, con confianza y con incertidumbre. Es necesario andar el camino
acertado, no extraviarse, no seguir caminos equivocados. Así sucede también en
la vida. Hemos de encontrar nuestro propio camino: ¿qué quiero hacer con mi
vida?, ¿a qué quiero dedicarla? La grandeza de una persona se mide por la meta
a que aspira y por el ideal que moviliza sus esfuerzos. Sólo cuando sigue su
vocación personal, sale el joven de la indefinición y del gregarismo.
Con el paso de los días, la peregrinación se va
convirtiendo en escuela que permite ahondar en lo esencial de la vida. El
cansancio, la marcha en silencio, la perseverancia en el esfuerzo van
conduciendo al peregrino hacia el fondo de su corazón. Es entonces cuando
pueden brotar las preguntas esenciales: ¿No es Dios la meta última del ser
humano? ¿No es la vida un peregrinar hacia nuestra patria verdadera? ¿No es
Cristo el camino que hemos de seguir para encontrarnos con el Padre?
La llegada a Santiago, el encuentro con el apóstol
testigo del Señor, la acción de gracias a Dios, la súplica callada, la
reconciliación sacramental y la participación en la eucaristía puede culminar
una experiencia religiosa renovadora como pocas.
José A. Pagola