En
este cuarto domingo de adviento tenemos el texto del Evangelio de
Lucas llamado de la Anunciación o Encarnación.
Primero
enmarcamos el relato en sus contextos:
Geográficamente
la escena se sitúa en Nazaret, pequeño pueblo de Galilea. Hoy hay
en el lugar, según la tradición una basílica donde acuden
peregrinos para ver el lugar hipotético.
Literariamente
el relato está enmarcado en los textos de la infancia de Jesús de
Lucas. Se trata de un relato “midrásico” (género literario
hebraico) para expresar un mensaje teológico. Lucas
utiliza la escenificación literaria de “anunciación”. Hay otras
en el antiguo testamento: Las de Samuel y de Sansón. El propio Lucas
ha utilizado otra representación escénica para la concepción del
Bautista. Su objetivo es transmitir al creyente la realidad de una
intervención de Dios en la historia humana. No se trata de un relato
histórico al estilo moderno. Y en la literatura helenística también
hay relatos míticos de historias de personajes famosos en los cuales
interviene la divinidad ( vg, el caso de César Augusto).
También
es importante subrayar el pensamiento antropológico y filosófico
helenista: Que según Aristóteles el ser humano se genera por la
semilla del varón en la mujer que actúa pasivamente en su vientre
(útero).
Para
nuestra reflexión espiritual entresacamos los siguientes puntos:
1º
punto: María experimenta una llamada de Dios en forma de mensaje,
que literalmente significa “ángel”.
2º punto:
Esta llamada de Dios que irrumpe en medio de la vida diaria es de
alegría y de plenitud.
3º punto:
El contenido del mensaje es una buena noticia de maternidad.
4º
punto: Que como siempre en la vida hay interrogantes en la fe: María
se pregunta ¿cómo actúa o actuará Dios?
5º
punto: Dios actúa siempre con su Espíritu, a través nuestra, a
través de nuestro Sí.
6º
punto: Aunque María se siente frágil y no entiende bien, ella
confía y cree.
7º
punto: Lo que sucedió a María nos sucede a nosotros si nos
decidimos como ella en los caminos de la fe, de la libertad, de la
alegría, del Sí.
Es
decir, en la escena de la anunciación o encarnación (según
consideremos) meditamos cómo una mujer es alcanzada por el Espíritu
como regalo del mismo Dios, que le pide una colaboración suya. Así
fue María de Nazaret.
Marcelino
Sánchez sj