Para comprender bien el mensaje de este
relato unas consideraciones previas:
1. El marco litúrgico es el fin
del año.
2. El relato de Mateo está
expresado en literatura apocalíptica y escatológica y unido a los discursos de
Jesús en “la crisis final de la historia”: El pueblo de Israel esperaba un
Mesías que viniera a hacer justicia a sus gentes y a castigar a sus enemigos.
3. Además estamos
cronológicamente en los últimos días de Jesús antes de su pasión.
4. Es la tercera y última
parábola de las llamadas de “crisis” propias de Mateo.
5. Por otra parte recuerda el
fresco del Juicio Final que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina. Se ha
leído mucho en esa mentalidad judicial.
6. Y dilucidar por último,
teniendo en cuenta todo lo anterior: ¿Cuál es la finalidad del texto?: ¿Se trata de revelar dogmáticamente lo que
ocurrirá y cómo ocurrirá al final los tiempos? O más bien ¿Se trata de
advertir, exhortar y animar a los lectores a convertirse a Cristo e identificarlo en la imagen
real de los que sufren y necesitan ayuda?
Para nosotros que estamos en otro contexto:
1. La parábola ha de sugerir a
cada uno una moraleja personal.
2. Constatar los cuatro
personajes de la escena y sus simbolismos: “Hijo del hombre y Rey” (Jesús),
ovejas y cabras (unos y otros) y “mis humildes hermanos” (¿la primitiva
comunidad?).
3. La escena se concentra en un
diálogo entre el “Rey” y dos grupos de personas: los que han aliviado el
sufrimiento de los necesitados (buenos) y los que han vivido negándoles su
ayuda (malos).
4. Lo decisivo en la fe cristiana
es el amor práctico y solidario a los necesitados de ayuda. Este amor se
traduce en hechos muy concretos. Lo decisivo ante Dios no son las acciones
religiosas, sino los gestos humanos de ayuda a los necesitados. Puede tratarse
de una persona creyente o de un agnóstico.
5. La fe es salida de uno mismo
al encuentro de Dios y consecuentemente de los hermanos. No hay otra dinámica
para una conciencia humana verdadera y creyente.
6. En cada persona que sufre Jesús
sale a nuestro encuentro, nos mira, nos interroga y nos suplica. Esta sería la
moraleja que podríamos deducir de la parábola.